Hay que imaginar la escena: un grupo de payasos enfurecidos que amenazan a dos muchachos, sólo culpables de atreverse a tomar una esquina del Centro Histórico para tocar covers de Black Sabbath, Los Ramones o Led Zeppelin. Ser músico callejero en la Ciudad de México implica estos riesgos.

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Para Elías Torres, baterista de Lacallemata, la ciudad funciona como un gran escenario. Y las aceras son ese sitio donde todos se confunden, sin importar gustos musicales, ideologías o clase económica. Hasta hace poco, era común encontrarlo a él y a Pablo Villamil, tocando cóvers de Black Sabbath, Los Ramones o Led Zeppelin en las calles del Centro Histórico.

Sin embargo, la calle también es un terreno hostil. Decepcionados por las malas prácticas de foros y eventos privados, donde a veces tenían que pagar por tocar, vender boletos y donde siempre ganaban menos que los organizadores, Pablo y Elías optaron por buscar el público afuera, en el asfalto. No iba a ser fácil: «En un principio llegamos con todas las de la ley, fuimos a sacar permisos, de un lado al otro, pero eso en la calle no existe. Hay una mafia que quiere controlarlo todo y cobrarte. Nos han querido golpear, por supuesto. Porque pasa que hay dinero allí. Ahora ya casi no hay artistas en Madero, sólo botargas, gente que compra sus disfraces y se toma fotos y que controla ese territorio a base de cuotas».

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Foto: Karina Rodríguez/ Cortesía LAcallemata

La callemata insistió. Durante cuatro años se dedicaron a tocar en diferentes puntos del Centro Histórico. Tomaban canciones clásicas de la historia del rock, las pasaban por un tamiz punk y las licuaban en un popurrí de 10 o 15 minutos. Fragmentadas, las canciones se adecuaban bien a la prisa de los pasajeros y al paisaje cambiante del centro de la ciudad.

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Foto: Diego Franco / Cortesía LAcallemata

Personajes de la calle

De manera inesperada, comenzaron a unirse al show algunos personajes típicos del barrio. El primero fue Rambo, un vagabundo adicto al baile que aprovecha cualquier ocasión para contorsionar su cuerpo. Después fue El Señor Pingüino, un sujeto que vestido como el villano de Batman, se paseaba por la calle Madero tomándose fotos con los transeúntes; una noche les preguntó que si podía echarse un palomazo y cantar algunas canciones. Durante más de un año, El Señor Pingüino fue parte del grupo: a los peatones les gustaba la ponzoña que destilaba el personaje, que cantaba o bailaba al ritmo acelerado de los músicos.

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Foto: cortesía LAcallemata

«No queríamos ser una banda. Sólo teníamos la necesidad de tocar en la calle. Empezamos con esto del popurock y de pronto la gente nos preguntaba: ¿quiénes son, cómo se llaman, dónde los encuentro? Nosotros les respondíamos: no somos una banda, no somos nada, somos los de la calle, somos la calle. Una vez estábamos justo en la esquina donde comenzó todo, preguntándonos si queríamos un nombre. De pronto vimos el nombre de la calle: Filomeno Mata. Y nos dio mucha risa: La calle Mata. Así se quedó. No tuvimos ninguna duda de que ese era el nombre».

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Foto: Diego Franco / Cortesía LAcallemata

Desde el año pasado, Elías y Pedro viven en Toluca. Allá preparan un espectáculo de rock con artistas circenses callejeros, esta vez con canciones propias. Algo de eso podrán ver en Mercado Chilango, este 23 de septiembre. Los boletos ya están a la venta.