Una espera de más de veinte años sólo merece una fiesta de este calibre. En petit comité, la pequeña gran banda de Boston logró hacer una noche que pasará a la historia de los conciertos en nuestra ciudad con estrellita dorada en la frente. A pesar de que repitieron casi intacto el setlist del día anterior, Pixies vino a reafirmar por qué son una banda de culto, con decenas de miles de fans, sin tener un look espectacular, o un catálogo de canciones número uno. Su labor es ejecutar sus canciones, al mismo tiempo que se divierten.

Tuvieron como teloneros a The Temper Trap. A pesar de que el público no esperaba verlos ahí, y probablemente hubiera prescindido de su actuación, los australianos mantuvieron la atención de éste, que se mantuvo respetuoso y perceptivo durante unos 45 minutos. El Teatro Metropólitan estaba prácticamente repleto para ese entonces. La gente ocupó sus butacas y escucharon. Repitieron la dosis del día anterior, en un entorno mucho más controlado en cuestión de iluminación y audio.

Después vino el momento que todos esperábamos. La anticipación había sido exagerada, luego de que en 2004, después de anunciar su reunión, tocarían en el DF. Un incidente en Sudamérica que involucró el robo de su equipo terminó por cancelar su primera visita a nuestro país. Hasta ahora lo lograron, con el pretexto de celebrar los veinte años del Doolitle, su álbum más exitoso, David Lovering, Kim Deal, Joey Santiago y Black Francis pisaron un escenario mexicano. Y lo hicieron con el pie derecho.

El escenario y el orden de los temas fue prácticamente el mismo. Encima de las luces, cinco esferas (una especie de lámparas chinas gigantes) jugaba con los ritmos, la batería con la legendaria P alada estaba situada a un costado, mientras que los otros tres llenaron el escenario del otrora cine del Centro Histórico con su talento (y corpulencia). Pocas veces, las luces se enfocaban en los miembros de la banda, como generalmente sucede con las bandas grandes, y más bien el iluminador se encargó de crear atmósferas ad-hoc con las canciones.

En “Monkey Goes Gone To Heaven”, por ejemplo, durante la parte del hombre, el diablo y dios, las luces cambiaron de azul a rojo y a blanco respectivamente. La música fue protagonista, no así las personalidades que conforman a la banda de Boston. Cuando terminaban las canciones, prendían las luces del escenario y así podíamos ver sus rostros. De otra forma, los cuatro Pixies simplemente eran los mensajeros. Vaya mensajeros: no hablaron casi entre canción y canción, no adularon a México como el resto de las bandas consolidadas que visitan nuestra ciudad con el estátus de dioses y en su lugar se dedicaron a tocar bien.

Para que un concierto sea legendario se deben mezclar una serie de factores poco comunes. Sin duda la entrega del público, la coyuntura cultural del lugar en donde éste se lleve a cabo, la ejecución de la banda y el momento de la misma son sólo algunos de ellos. El foro fue el adecuado, el sonido fue un éxito, la selección de canciones también (a pesar de que faltaron muchas dentro de su breve pero conciso catálogo). Fue un concierto memorable, de cinco estrellas, que repetirá la experiencia el día de mañana en un anuncio sorpresivo de nueva fecha.

Vivan (o mueran, como prefieran) los Pixies, que han dado uno de los mejores conciertos que ha visto nuestra ciudad. Un concierto de rock perfecto, sin pretensiones, que nos dejó a todos con una sonrisa imborrable en la cara.

Setlist.

  • Bone Machine
  • Wave of Mutilation
  • Holiday Song
  • Nimrod’s Son
  • Here Comes Your Man
  • U-Mass
  • Debaser
  • Crackity Jones
  • Mr. Grieves
  • Velouria
  • Dig For Fire
  • Alison
  • Break My Body
  • Monkey Gone To Heaven
  • #13 Baby
  • Caribou
  • La La Love You
  • Something Against You
  • Broken Face
  • Isla de Encanta
  • Tame
  • River Euphrates
  • Gouge Away
  • Hey
  • Vamos
  • Where Is My Mind
  • Gigantic
  • Planet of Sound