La historia de una de las bandas más esperadas para el Corona Capital 2014.

Semana tras semana, muchos de nosotros esperamos tener algunos días para darnos un respiro. Para escapar de la ciudad. Del bullicio. De lo increíblemente rápido que se nos va el tiempo. Algunos prefieren la playa, otros preferimos el campo o el bosque, o algún otro paisaje en donde los árboles y el pasto abunden.

Justo ahí, en un ambiente campirano alejado de la urbanidad, es en donde se formaron los Kings of Leon.

El origen y ascenso

La familia Followill, según ellos mismos, viven (¿vivían?) para Dios. Lo que tenían, era lo que merecían. Rezaban, sus hijos se sabían los sermones de principio a fin y ni siquiera les dejaban ver televisión. 2 pares de jeans era lo que Caleb y Nathan tenían. Los compartían. Y aunque sus padres pensaran que, quizá, sus hijos estaban bien con la austeridad de su vida, un Caleb de 13 años se cuestionaba: “¿Si vivimos nuestras vidas para Dios, entonces por qué vivimos aquí?” La contrariedad que provoca la escasez, sirvió como el detonante para la ambición por el éxito.

Los hermanos —Nathan y Caleb— tenían un talento natural. La gente decía que tenían voces de ángeles, y, mientras entonaban los himnos religiosos, su audiencia lloraba. Quién sabe cuándo fue el momento justo, pero un día decidieron que, si iban a ser pastores, debían tener un segundo trabajo que no los hiciera pasar hambre. La música comenzó a verse como una salida prometedora.

Un día, en clase de español, un compañero le dijo a un Followill que escuchara a los Pixies, música mucho más emocionante que la de Pete Yorn. Es extraño cómo las bandas marcan momentos definitivos de su música. Para los Kings of Leon, todo comenzó con los Pixies. La obsesión musical se hizo más fuerte. Comenzaron las noches de drogas e interpretación de música y forjaron lazos con el hermano menor, Jared. Primero tocaban country. Luego conocieron a Angelo Petraglia. Ahí fue cuando se produjo el giro. Los hermanos reclutaron a su primo Matthew para completar la banda. Y así es como conoceríamos a los Kings of Leon.

Setenteros. Con el Southern rock y el blues corriendo por sus venas en tiempos en donde los Strokes apenas contagiarían a todos con sus raíces, los Kings of Leon sonaban incendiarios. Su sonido era algo ya conocido, digerido y ultra-reciclado, sin embargo, las nuevas generaciones no estaban acostumbradas a la crudeza. A las voces que parecían arrastradas e hidratadas por Jack Daniel’s y a los bigotes y cortes como de John Bonham. “Molly’s Chambers”, “Red Morning Light” y “California Waiting” definieron la primera etapa de los de Oklahoma y Youth and Young Manhood —su primera producción—, se convirtió en un clásico.

Con Aha Shake Heartbreak, siguieron por la línea. El rock que haría una banda familiar en un garage, influenciados por el blues de los tíos y el acento sureño de su tierra natal. “The Bucket” sigue sonando con peculiar nostalgia. Y los muchachos que pensaban en ser pastores, de repente eran rockstars. Dinero, mujeres, reconocimiento. Mientras tanto, su familia los seguía esperando en sus mismos terrenos, con las mismas viejas caras, en el mismo viejo pueblo, con la mismas viejas creencias republicanas. El contraste entre las humildes raíces, y el glamoroso éxito.

El éxito

Because of the Times salió un 2 de abril del 2007. Los muchachos, quizá, jamás esperaron que lo que habían conseguido, pudiera ser superado. Pero lo fue. Ya tenían un nombre en el circuito de bandas establecidas, ¿podrían ir más allá? “On Call” sirvió como el primer indicio de que, además de gustarle a los que excaven blogs, leen revistas de música o van a festivales a verdaderamente apreciar lo que se presenta, podrían pegarle a las masas. El álbum, en lo particular, es mi favorito. Una perfecta mezcla entre sus raíces y el sonido que estarían por patentar. Porque hay que aceptar que lograron cimentar de muy buena manera la esencia de la banda.

Fabricar un hit no depende de una fórmula. Depende de muchas variables impredecibles. Para algunas bandas, ese hit jamás logra pasar de su pequeña base de fans. A otras, una canción las dispara hacia lo más alto del reconocimiento global.

No puedo ni imaginar qué pensaría la familía de los Followill cuando escucharon por primera vez la frase : “Your sex is on fire”. Quizá eso cambió cuando vieron las regalías, pero cuando se sabe del background de los KoL, la frase cobra otro significado. Los que iban a ser pastores, le cantaban a la sensualidad. Al deseo. Esa voz privilegiada, “de ángeles”, que hacía llorar a los asistentes a las misas, hoy hacía llorar pero a las chamacas desaforadas que se morían (y mueren) por algún Followill. Ahí vino el trancazo. El punto más alto. Ahora, verdaderamente, podían llamarse reyes.

La caída

El mundo del “alternativo” estaba a sus pies. Por ese entonces, un Corona Capital no hubiera sido posible. Los fresas escuchaban otras cosas. Pero Kings of Leon sin duda fue uno de los parteaguas para que los escuchas de un género tan difuminado, mal empleado y sobre-explotado como el “indie”, se diversificaran hasta lo que hoy conocemos. Para pegarle a las chavas y chavos bien, los Kings of Leon se suavizaron. su siguiente trabajo fue Come Around Sundown. Además de algunos incondicionales, el sentimiento general fue de decepción. Aquella banda que parecía lista para empezar un incendio en sus conciertos, ahora hacían un indie pop (quizá con algo de gospel) con un ritmo más acelerado que el común, que se sentía deshonesto. Se sentía como meras ganas de pegar otra vez, con un supuesto mensaje político que carecía de profundidad para tomarse en serio y coros sencillos para que corearas aunque no supieras la canción. ¿Qué había pasado con el ideal del rock & roll simple y puro? ¿Qué había pasado con las barbas, las largas cabelleras y los riffs pesados?

El público —algún sector, por lo menos— se separó de ellos. Los desconoció. Todavía, de vez en cuando, cuando salía un video en vivo, podías ver que la magia seguía ahí. Tal vez muy escondida, pero un fuego tan grande no se apaga con facilidad. En las ventas, no les fue mal, pero para la crítica y los fans más aguerridos, el trono había quedado vacío y la incertidumbre era lo que reinaba.

¿Posible regreso?

Mechanical Bull es un título que se siente poderoso desde el principio. Leerlo te da nostalgia, te hace recordar a los chavitos que hicieron uno de tus discos favoritos a principios de la década pasada. Así como una ex-novia, como un amigo con el que te peleaste pero al que quieres perdonar, así es como suena el sexto disco de los Kings of Leon. Lo que alguna vez estuvo ahí, parece querer regresar. El fuego, lo envolvente de la voz combinado con lo adquirido con el tiempo: una aproximación más pop. Quizá no es el balance perfecto, pero con algo se empieza. Es posible que los reyes del campo de Oklahoma vuelvan a ascender, y eso, al menos a mí, me emociona muchísimo.

El Corona Capital recibirá a los Kings of Leon en un regreso a México anticipadísimo. Puede ser un buen momento para un reencuentro, a ver si el toro tiene el metal suficiente para volver a bramar.

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