En tiempos donde todo es desechable, donde un teléfono o una computadora tienen vida de menos de un año, donde los cantantes aspiran a un solo hit que los haga famosos y donde la popularidad se mide en la cantidad de reproducciones que los músicos logran en las plataformas vía streaming, pocos artistas pueden darse el lujo de cumplir 50 años de carrera.

Es el caso de Joan Manuel Serrat, quien se presentó la noche del viernes en el Auditorio Nacional como parte de la gira “Antología desordenada” con la que celebra medio siglo en los escenarios. El concierto fue un viaje por sus éxitos y por sus obras menos conocidas, del amor a la tristeza, del humor a la protesta, siempre un caballero, que se brindó ante los casi 10 mil asistentes.

La sola presencia del artista bastó para que la gente explotara. Arrancó con “El carrusel del furo” y la noche se llenó de recuerdos, su voz inconfundible tocó las fibras sensibles al entonar esas canciones universales que hablan de los momentos cotidianos que hacen que la existencia valga la pena, “De vez en cuando la vida” fue el detonante para que algunos derramaran lágrimas, sin faltar los gritos de “te amo” o los de “eres único”.

Y de verdades universales se impregnó la noche, del Serrat amoroso de “Tu nombre me sabe a hierba” pasó al Serrat incómodo de “Algo personal”, esa canción que habla de los poderosos, de los que se arman hasta los dientes en el nombre de la paz, de los que rompen sus promesas y que cuando pierden en la bolsa nos urgen a apretarnos el cinturón.

Fan del Barcelona hasta la médula, Serrat supo jugar con los momentos, a lo ancho y amplio de la cancha, cambiar de ritmo cuando fue necesario, presentar sus mejores goles e incluso hacer pausa cuando la noche lo demandó.

Él que sabe de atrocidades y desapariciones forzadas del régimen franquista, detuvo a sus músicos cuando empezaban a tocar “Esos locos bajitos” porque un sector de los presentes comenzó con la cuenta, del 1 hasta el 43, a lo que el músico remató con un “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, para entonar enseguida, nunca más oportuna, “Para la libertad”, ese himno basado en el poema de Miguel Hernández.

Medio siglo de carrera, 71 años de vida, más de 30 discos, tres cánceres superados, Serrat es un superviviente, un tipo que hizo popular la poesía de muchos grandes, como Machado, Hernández, Benedetti, Alberti o León Felipe, es un artista y escucharlo es un privilegio. Es de esos tipos a los cuales hay que aplaudirles de pie.

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