Es lunes 22 de junio y “I Still <3 BSB” se puede leer impreso sobre una blusa rosa dentro de uno de los tantos puestos instalados en la banqueta del Auditorio Nacional. Si una frase pudiera definir lo que pasará esta tarde, en el concierto de la boyband más grande de la historia (lo siento, directioners), sería ésa.

Son las 6:30 de la tarde y aún faltan varios puestos por instalarse, una vendedora se molesta porque no le han llevado toda la mercancía que planea vender esta (y otras tres) tarde(s). La de a un lado, en cambio, al ver que le tomaré una foto a su colección de tazas, me dice “deje las acomodo, joven”, como si el sacarle una buena fotografía a su mercancía fuera un golpe de buena suerte.

Frente a ellos, una fila interminable de mujeres de no menos de 25 años (la mayoría se ven de más), camina de puesto en puesto mientras busca el objeto con el que griten que aman a los Backstreet Boys, de hecho, que siguen amando a los Backstreet Boys. La colección de objetos es bien conocida por cualquier fan: llaveros, plumas, tazas, playeras, fotos y hasta el nombre de la banda serigrafiado en la cara por solo $10.

Media hora ha pasado desde que llegué y la mayoría de las personas que se ve en las inmediaciones son empleados que bajan de Las Lomas al terminar su día laboral. No se ven tantas fans como imaginaba, como dicen por ahí: “no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después”. Las que hace más de una década eran adolescentes, hoy han crecido, así como sus responsabilidades. Ya no pueden pasar todo el día en busca de su banda favorita, ni hacer filas enormes.

Mientras camino de un lado a otro viendo el panorama y con el anterior pensamiento en mente, una gran cantidad de fans los espera afuera de su hotel y en la escalinata del Auditorio una joven con muletas batalla para subir. Se lastimó hace una semana, pero no podía faltar a su concierto, aún cuando por la rapidez con la que los boletos se vendieron, solo alcanzó de segundo piso.

Ha llovido un poco, comienza a hacer frío y ya son las 8 de la noche, ya es hora de entrar al llamado Coloso de Reforma. Colocado en mi lugar del lado derecho del escenario, noto que aún cuando falta solo media hora para que el show comience, la mayoría de las butacas están vacías, ventajas del boletaje numerado. Conforme los minutos avanzan, el flujo de personas hacia el interior del recinto crece, las pantallas laterales del Auditorio muestran varias veces un anuncio del Crucero de los BSB; cada vez que lo proyectan, las fans proyectan su amor en forma de gritos.

Son las 8:35 y finalmente las luces se apagan, el tema de James Bond, con algunos arreglos, sirve como intro y da paso a “The Call”. Los Backstreet Boys nuevamente en México aparecen en el escenario de traje azul, zapatos y camisa blanca.

Al verlos me quedo completamente sorprendido, esos cinco hombres arriba del escenario no son los que volvían locas a mis compañeras en la primaria o secundaria, pero las miles de fans al parecer no lo notan. Al parecer no notan la panza de AJ, ni la panza aún más pronunciada de Nick; ni la papada de Howie, ni los malos chistes de Brian o las arrugas de Kevin. Tampoco notan lo sosas y graciosas que se ven las coreografías en los pies de cinco tipos de 40 años. Para las miles de fans, hoy es 22 de junio de 1999 (o 2001, año en que vinieron a México por primera vez), tienen 15 años, justo como Nick se los pidió, y están frente a la banda más codiciada del planeta.

Pero ¿quién puede culparlas? Al final de cuentas para eso es la música, ¿no? La música te sirve para viajar, viajar a otros lugares, viajar a otros tiempos, justo como en este caso. Después de varias canciones, incluida “Incomplete”, la banda hace ese mismo viaje al salir del escenario para ponerse ropa más acorde a lo que todos los presentes recordábamos, se quitaron esos ajustados trajes y, de paso, varios kilos de más.

Los minutos transcurren y se escuchan éxitos como “As Long As You Love Me”, “Show Me The Meaning Of Being Lonely” y “I’ll Never Break Your Heart” (con todo y sus versos en español), y el ánimo no decae, al contrario, los BSB comienzan a interactuar más con sus fans, tocan las manos de las que están frente al escenario, coquetean con las que están en los balcones y éstas responden con gritos que me obligan a taparme los oídos por momentos.

Es la mitad del concierto y el turno para un pequeño set acústico con todo y algunas afortunadas fans sentadas detrás de ellos, escuchándolos de cerca. Un poco soso el acto, pero los BSB vuelven locas a las fans, hasta con el movimiento de cadera y trasero de Howie.

Después de eso, es hora de los más grandes éxitos, “The One” y el Auditorio completo empieza nuevamente a cantar, hasta yo. “Love Somebody”, “Shape Of My Heart” (y el recuerdo de que cuando tenía 11 compré ese disco, oso mil), “In A World Like This” (que nombra la gira actual), y las que todos los presentes esperabamos: “I Want It That Way”, “Everybody” y “Larger Than Life”.

Las fans gritan, se paran, saltan y se agitan muchísimo, como si tuvieran 15 años. El olvido no pasó por ellas como los años sí lo hicieron por los BSB, y hoy, 22 de junio del 2015, el grito con orgullo de casi todas las presentes es: “I Still <3 BSB”