Ah, el amor. Esa bonita bonita montaña rusa a la que insistimos en subirnos a pesar de que terminemos desorientados y con ganas de guacarear. Es un sentimiento tan universal que, desde los anales de la historia, los poetas y trovadores le ha dedicado sus letras.

Pero nada sintetiza tan bien lo que pasa al enamorarnos como las rolas de Selena. ¿Ah, no lo creen? Pues lean.

Etapa “Bidi Bidi bom bom”

El flechazo es total. Pasa frente a nosotros y aquello se nos hace polvito el mazapán, se nos chorrea la quesadilla y se nos moja la pantufla. O en palabras de nuestra inmortal diva: el corazón “se emociona, ya no razona, no se puede controlar”. Queremos dejar de pensar en sus ojitos pispiretos, en sus labios carnositos, en su bote de tamales, pero no lo conseguimos. El corazón hace bidi bom bom en nuestro pecho, nos tiemblan hasta las piernas y el corazón igual. Estamos crusheados, ya ni para dónde hacerse.

Etapa “Chico del apartamento 512”

Aquél que no haya stalkeado, aunque sea poquito, que tire la primera piedra. En esta etapa nos topamos “casualmente” con nuestro crush, aunque la verdad es que ya investigamos dónde vive, dónde trabaja y como que no queriendo la cosa, pues pasamos por ahí. Además le escribimos cosas que nunca le mandamos, ya no por cartas sino inbox a los que no les damos “send”. De repente se nos va un like en una foto de hace años y delatamos nuestro enfermo comportamiento. Un día decidimos tocar a su puerta y aunque esté acompañado de una güera y sentimos que nuestro corazón se quiebra, resulta ser su carnala y todo vuelve a ser feliz.

Etapa “Amor prohibido”

¡Y se nos hace! Aunque parecería que nunca saldríamos ni en rifa, resulta que también le gustábamos y empieza el date. Aquí es donde empiezan las primeras complicaciones: resulta que no compartimos precisamente el mismo código postal y que somos de distintas sociedades. Ahí es cuando sus vecinas copetonas de Polanco nos hacen el fuchi porque nosotros vivimos en la Doctores. Pero equis: ponemos los ojos en los de nuestro peor es nada y le decimos “el dinero no importa en ti ni en mí, ni en el corazón”.

Etapa “La Carcacha”

Aquí es cuando la diferente clase social se hace más evidente. Aunque estamos todavía derramando miel, nosotros “semos” pobres y tenemos un Chevy Pop 92 destartalado (o de plano aplicamos el Metro o el pecerdo), cuando el objeto de nuestro afecto está acostumbrado a moverse, ya de jodido, en Jetta. Pero seguimos haciendo que no pasa nada, porque compensamos la pobreza con amor y pues qué bonito es lo bonito.

Etapa “La llamada”

Y le caemos en la movida. De repente se va al baño a contestar cuando le llega un Whatsapp y se sale de casa para contestar el teléfono. Aplicando la visión periférica nos damos cuenta de que se tratan de mensajes cariñosos. Aunque sabemos que está PÉSIMO, agarramos su celular y lo revisamos a la primera oportunidad. Y como el que busca encuentra, todo queda confirmado, nos anda poniendo el cuerno. Terminamos la relación a mentadas de madre y le decimos “si me vuelves a llamar yo te vuelvo a colgar, ya me cansé de escuchar escuchas y más mentiras”.  Chale.

Etapa “Como la flor”

Como somos masoquistas y/o no falta el amigo mala leche que nos da noticias no requeridas, pues nos enteramos de quién es su nuevo amor, si embargo le deseamos lo mejor. Nos decimos una y otra vez “no sé si pueda volver a amar, porque te di todo el amor que pude dar” y nos revolcamos en la cama como babosas en sal. De nada sirve que nos inviten a salir, nada nos saca de esa pinshi depresión. Escuchamos una y otra vez nuestras canciones mientras decimos “yo sé perder, pero ah, ah, ay, cómo me duele”.

Etapa “No me queda más”

Seguimos sufriendo y nos cala hondo cuando nos enteramos de que nuestro/a ex anda diciendo que lo que tuvimos fue nada más una cosa casual, a lo mejor porque le dábamos oso y que no valimos nada en su historial amoroso. Por nuestra parte fue lo más lindo, el más grande amor. Vemos su foto y decimos “aunque siempre lo renuncies para mí (¿?), fue lo más bello”.

Etapa “Si una vez”

Después de que ya chillamos, berreamos y subimos hasta el cielo las acciones de Kleenex (o de servilletas Great Value, porque no olvidemos que somos pobres), finalmente abrimos los ojos y nos damos cuenta de la clase de alacrancito del que nos libramos. Nos damos cuenta de lo patéticos que éramos y que ponerse de tapete nunca está chido. Ponemos el iTunes y cantamos a todo volumen: “Si una vez dije que te amaba no lo vuelvo a hacer, ese error es cosa de ayer”. Seguimos ardidos sí, pero ya no estamos aferrados y eso ya es un gran avance.

Etapa “Techno cumbia”

Al fin aceptamos salir con nuestros cuates y nos damos cuenta de que estábamos haciendo un shingo de drama por alguien que no valía la pena. Bailamos en el antro sin parar, no hay tiempo para descansar. En el congal de tu preferencia te mueves para acá, te mueves para allá, hasta que decimos: no le muevas tanto, alto. Nos preguntamos por qué dejamos de vernos con los amigos y estábamos dejando cosas bien chidas por alguien tan chaquetoide.

¿Qué onda, chilangos, a poco no Selena toda la sabiduría emocional está contenida en los hits de la Reina del Tex Mex?

Aunque la desgraciada bitch de Yolanda Saldívar nos la haya arrebatado, su legado quedará por siempre. ¿Ustedes en qué etapa están?

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