La historia comenzó de forma imprevista. Estaba terminando de hacer algunos pendientes cuando recibí un mensaje por parte del Jefe de Información de Chilango, quien me invitaba a cubrir el concierto de Justin Bieber en el Foro Sol, por supuesto mi respuesta inmediata fue un veloz ‘jajaja, ¿es neta?’. ‘Por supuesto que es neta’, me dijo. ‘Estaría bien que lo cubriéramos. No todo el tiempo tenemos que hablar de bandas indie y trendy, hay más cosas que cubrir’. Tenía razón, no podía encerrarme en las reseñas de las presentaciones en El Plaza, hay un mundo allá afuera que no había descubierto. Acepté el encargo pensando que viviría una experiencia única y divertida. Creí que las beliebers serían un gran entretenimiento.

El camino hacia el Foro Sol resultó ser toda una odisea. Llovió, el tránsito de viaducto estaba estancado como el agua que inundaba algunos tramos de la vía. Abundaban camionetas por todos lados. Algunas tenían los vidrios pintados con frases como “We Love You Justin”, “Never Say Never xD”. Había papás corriendo con sus hijos bajo la lluvia. Parecía una junta masiva para padres de familia.

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Después de mucho tiempo logré estacionar mi auto en el apartado de prensa. Bajé del vehículo, me acredité y empecé a tomar conciencia de lo que pasaba a mi alrededor, pero justo cuando empezaba a analizar la situación nos dirigieron al inmueble. Una vez dentro del Foro Sol dejé de escuchar con claridad. Ahí fue cuando la situación se tornó más desconcertante aún. Un ejército de más de 60 mil pre-adolescentes (con sus respectivos padres) gritaban frenéticamente. Parecía que sufrían, incluso, algunas lloraban con gran desesperación. No entendía bien lo que estaba pasando.

Tras superar grandes obstáculos, esquivar muchachitas con gorras moradas y degustar una deliciosa dona de chocolate, logré ocupar el asiento que me asignaron. Mientras terminaba de comer mi aperitivo eché un vistazo alrededor. Fue una escena asombrosa, todo un mar de gente congregada con el propósito de ver a Justin Bieber en vivo. La convocatoria fue impresionante. A mi lado bailoteaban un par de niñas que parecían inocentes. Ambas usaban gorras de beisbol con la visera hacia atrás, imitando a los raperos americanos. Definitivamente tenían swag. Dos filas más adelante una joven lucía una hermosa corona de flores. Quizá se confundió. Quizá pensó que ahí era el concierto de Lana del Rey. No lo sé. No me atreví a preguntarle nada.

Ah, olvidé mencionarlo, mientras todo esto ocurría una banda llamada ‘Jet Lag’ tocaba un cover a ‘Call Me Maybe’ de Carly Rae Jepsen. “¿Por qué la banda telonera de Justin Bieber haría un cover a una canción así?”, me pregunté. Hasta el momento no logro comprenderlo. Afortunadamente terminaron su presentación muy rápido y no tuve que seguir planteándome este tipo de preguntas.

Tras unos minutos de paz (que aproveché para analizar el comportamiento de las Beliebers) un caótico grito masivo me distrajo por completo. Miré a mi alrededor confundido. Primero observé al escenario para ver si el joven canadiense ya había salido, pero no. Entonces noté que en la pantalla había un cronómetro con la cuenta regresiva anunciando la salida del cantante. “Ah, ok”, me dije a mí mismo. Tomé asiento y decidí sumergirme en mi celular mientras esperaba que comenzara el espectáculo, sin embargo, el frenético grito de las beliebers me distraía a cada minuto, así que decidí dejar mi gadget en el bolsillo y mirar con más atención mi entorno. Todo era muy confuso: por una parte los padres de familia lucían aburridos, decepcionados y algunos, francamente, asustados. Supongo que jamás imaginaron que sus pequeñas criaturas podrían gemir tan fuerte.

Cuando el conteo regresivo llegó a cero, las 60 mil chavitas gritaron al unísono durante mucho tiempo, o al menos el suficiente para ocasionarme una sordera momentánea. Pude sentir cómo mis tímpanos sufrían, fue una sensación que jamás había vivido, ni en los conciertos de Metallica. Volví a dirigir mi atención al escenario: Justin Bieber estaba ahí, ante mí (en realidad era como un kilómetro de distancia). Nunca entendí la devoción de sus fanáticas, el tipo en realidad no hace mucho en el escenario. Sólo baila, brinca y se desnuda poco a poco. En serio. Recuerdo que empezó el show bien vestido de arriba bajo y terminó su función completamente topless.

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A cada canción las beliebers de mi alrededor sufrían más y más (o eso parecía). Para la tercera rola, la niña que estaba sentada atrás de mí no podía controlar su llanto. Era increíble. Pero la confusión seguía presente. Dirigí mi mirada el frente pare encontrarme con una serie de visuales incoherentes. De pronto Justin era una especie de sirena y minutos después aparecían videos que retrataban su infancia. No logré entender el hilo conductor.

Todo empeoró cuando Bieber cantó esa rola que tiene con Nicki Minaj, ¿ya saben? Donde en el video aparece en una alberca. Seguro la conocen. Bueno, ahí todas las niñas se soltaron el chongo, olvidaron el pudor y se perdieron en la música. En especial una chiquilla sentada delante de mí que entregaba su corazón en cada rola de Justin. Pero en verdad, ofrecía su alma a cambio de la dulce voz del canadiense.

Finalmente, Bieber anunció que tocaría una canción más. Yo me sentí confundido. Pensé que llevaba cantando la misma canción todo ese tiempo. Las niñas a mi lado parecían decepcionadas. Ellas querían más. Por un momento me perdí en su mirada y cuando regresé al mundo real, noté que un par de pequeñas habían decidido usurpar el asiento de mi lugar por lo que tuve que permanecer parado el resto de la velada. Obviamente el canadiense mintió, esa canción no fue la última, de hecho solamente la usó como pretexto para ir detrás del escenario y cambiar su ropa una vez más.

En fin, así terminó el concierto de Justin Bieber en el Foro Sol. Cuando las luces se apagaron, los rostros de las pequeñas volvieron a su estado natural. Algunas, incluso volvieron a sonreír. Lucían espectaculares. Después de tanto llanto parecía que sí lo habían disfrutado. Sin duda fue uno de los mejores momentos de su vida. Honestamente admiro la devoción de las beliebers, ellas son las verdaderas Fans From Hell. Cada cosa que hace Bieber en el escenario es ovacionada como si fuera el logro más importante del hombre.

Salí del lugar con un sabor de boca indescifrable. Me sentí aturdido. Nunca entendí bien lo que pasaba. Todas lloraban, gritaban. Los papás usaban sus tablets mientras las niñas coreaban las rolas de Bieber. Fue un caos. Una experiencia única. Creo que a raíz de esto mi vida será diferente. O tal vez no.