La presentación de Crystal Castles en México fue, quizá, uno de los shows más esperados del año. Con la cancelación y el cambio de sede, las expectativas eran altas, muy altas. La cita fue a las nueve de la noche en el José Cuervo Salón, sin embargo, a esa hora las calles aledañas estaban prácticamente vacías. El bullicio era imperceptible. No se sentía la fiebre por los canadienses. Incluso en la fila había confusión entre la hilera para acceder al inmueble y la formada para comprar boletos.

Una vez dentro, la demora fue aun más larga. Ethan Kath y Alice Glass tardaron en salir, lo que provocó desesperación en los presentes. Chiflidos y el típico grito de ‘uleeeero’ fueron los teloneros del dúo. Después de varias alarmas falsas, por fin Ethan Kath salió al escenario y el show empezó. Por supuesto, el público enloqueció.

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Pero, a pesar del frenesí provocado por la expectativa, no pudimos pasar por alto el horrible trabajo del ingeniero de audio. En todo momento el sintetizador de Ethan sonó sobresaturado lo cual, honestamente, le restó mucha calidad al set.

Por su parte los Crystal Castles hacían lo propio en el escenario: Alice Glass brincaba, se tiraba, fumaba, escupía al público -que festejaba todo lo que hacía- y Kath se concentraba en crear una atmósfera alrededor de ella. Sin embargo, el problema de sonido fue inminente, por (breves) momentos, el sintetizador dejaba de sonar, provocando confusión ante los presentes.

Mientras sonaban rolas como “Crimewave” y “Untrust Us”, no pudimos evitar comparar lo que veíamos con lo que ocurrió en 2009, cuando Glass realmente se entregó al público, ahora, veíamos a una Alice decadente. En una mano cargaba su botella de whiskey, en la otra el micrófono, pero en ningún momento sorprendió por su actuación.

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A pesar de ello, una parte del público gritaba y festejaba, mientras que otra se dedicaba a platicar entre sí y a observar cautelosos. Por momentos parecía que la audiencia presenciaba dos shows distintos.

Para cuando la actuación terminó, honestamente, salimos con un mal sabor de boca. Quizá fue el pésimo sonido, o la escueta presentación; tal vez la combinación de ambas. Pero, la realidad es que, siendo críticos, Crystal Castles ya no son lo que fueron.