Es una respuesta maravillosa, porque en nuestra particularidad cualquier persona puede "entender" algo que otra persona no. ¿Me entienden? Yo espero que sí.

Pero puedo asegurar, con la mano en la cintura, que "entiendo" el nuevo disco de Radiohead, The King of Limbs. Pongámonos arrogantes:
tan lo "entiendo" que me parece insultante, aburrido, decepcionante, intrascendente y conservador. Una enorme piedra en el camino, que supongo augura una especie de punto de inflexión en una carrera sobresaliente por su consistencia. Pero dejen explico, brevemente, por qué escribo lo anterior (con suma, sí, mamonería, tan típica del defensor de Radiohead)…

Lo "entiendo" porque crecí junto con el grupo. Desde el verano de 1996
, a mis mozos 10 años, comencé una colección de sencillos, recortes, videos, entrevistas, autógrafos (¡tengo hasta vasos oficiales de Radiohead!) y ropa sucia de una banda que juraba me cantaba a mi directamente. Me sabía todas sus canciones, todos sus detalles, lloraba, reía, bailaba y me encandilaba, año con año, aún más. Hasta la fecha, no he conocido a alguien que compartiera tanto su pasión por algún grupo, menos por los ingleses de Oxford. Deben de existir por algún lado.

Incluso cuando llegó a la venta el polémico Kid A, que en su principio tanto odio y confusión generó, tomé la propuesta con emoción. Fue gracias a ese disco que encontré goce y disfrute en músicas más "experimentales", más "oscuras", que "necesitaban" de mucha "atención" (y ambición pretenciosa, después resuelta) para entrarles. Me convertí en lector de la revista Wire y en un enciclopédico conocedor de la historia de la música electrónica… tomando en cuenta que rondaba apenas los 14 años*. A ese disco le debo mucho de lo que escucho ahora.

Pero no resumo mi cronología musical con ánimos de egolatría, aunque parezca (y aunque los tenga). Si bien conforme pasó el tiempo escuchaba y leía más y más de más y más cosas, creando una melomanía ezquisofrénica pero rica que iba desde Bienvenido Granda hasta Karlheinz Stockhausen (pasando por Richie Hawtin y los Rolling Stones), nunca dejé de mirar con aprecio y nostalgia al quintento de la Cabeza de Radio. Compraba sus discos cuando salían, emocionado, porque entendía que no trataba con genios incomprensibles (como siempre los han tratado de pintar) pero sí con hombres de enorme sentido musical. Me sorprendían, no por sus aparentes desplantes "experimentales", sino por su humilde capacidad de escribir buenas melodías y estructurarlas de forma elegante. Eran buenos artesanos del pop mejor manufacturado, excelentes escritores de canciones.

Nada más, pero nada menos; no había, en realidad, nada que "entender". Cosas más complicadas existían en esta vida como para darle a Radiohead semejante tamaño, nunca entendí el por qué de eso. Pero por eso digo que los "entiendo", y los "entiendo" bien, compañeros, como puede entenderlos cualquier persona que no se traga los kilos de mística con los que se ha rodeado al grupo.


Así, me sentí avergonzado con la salida del King of Limbs. Después de cuatro años y un disco con momentos extraordinariamente sensibles (como lo fue In Rainbows), llegan 8 canciones (¡nada más 8!) que suenan, debemos admitirlo, como a todas esas canciones de sus discos anteriores que a uno le daban exactamente igual. Como si todos los lados-b del disco de Thom Yorke, The Eraser, estuvieran reunidos en un disco. Sin avance alguno. Sin retroceso. Como si de repente uno de los grupos más ambiciosos del mundo, armado por lo general con las mejores herramientas del rock más puro y tradicional, sonara flojo. Cansado. Aburrido.

Si algo caracterizaba los discos de Radiohead era su relativo eclectisismo y su profunda ambición. Buscaban la perfección en texturas, lo emotivo por sobre todas las cosas, eran increíblemente grandilocuentes y exigentes con lo que hacían. No cambiaban el mundo, lo hemos dicho, pero al menos pretendían con hacerlo, y lo hacían tan bien que algunos lo creían. Llegamos a creerlo.

Ahora nos han regalado un disco profundamente olvidable, donde las iteraciones rítmicas y melódicas (cuatro canciones, de las ocho, son prácticamente iguales) son tan sencillas y aburridas como los loops de percusiones que pululan dentro del plato. Si quisiéramos rescatar los momentos más emotivos del disco, como muchos dicen de su segunda mitad, encontramos puras melodías menores que funcionarían como el relleno de cualquiera de sus otros lanzamientos. No hay nada…

O habrá algo, pero definitivamente es poco en comparación a lo que sabemos que estos muchachos pueden hacer. ¿Existe en The King of Limbs algo medianamente comparable a lo mejor de su producción? Con cada lanzamiento, podían refutar muchas cosas de su propio canon. ¿Hay en el disco un Pyramid Song, un Reckoner, un Idioteque, un Street Spirit o un Climbing Up The Walls? Ni se asoma. En los foros cibernéticos dle grupo que solía visitar, que antes consagraban una canción en el minuto en el que salía, parece no haber concenso sobre qué pieza hay que rescatar del disco. Por algo es.

Como tampoco se asoma la capacidad musical de los involucrados: las baterías y percusiones son repeticiones de un compás entero repetidas hasta el infinito, mientras que las guitarras no existen, los efectos y las texturas son las mismas que han utilizado en los últimos diez años y la voz de Yorke juega poco consigo misma en salvación. No hay melodías dignas del llanto, progresiones inteligentes y emotivas, cambios de ritmo y estructura a los que nos tenían acostumbrados. Basta escuchar "Separator", "Morning Mr. Magpie" o "Little By Little" para confirmarlo. Podrían salvarse, acaso, algunas, pero…

No hay nada nuevo, ni siquiera la intención de que lo haya…. y ni siquiera la intención de rescatar lo mejor de lo viejo. King of Limbs suena indulgente, concedido, falto de toda la rigurosidad que ha caracterizado siempre a Yorke y a los suyos. Si su duración es una primera muestra de una debilidad nunca antes mostrada (hasta el más o menos débil Hail To The Thief tiene mucho de dónde escoger), los pocos recursos musicales empleados por otroras excelsos compositores confirman nuestras peores sospechas.

Y ni hablar de aquel video inombrable, tan lleno de sí mismo que pareciera imposible en las épocas de Jonathan Glazer. Una basofia, hasta aburrida.

Decir de algo "mediocre" implica reconocer y comparar los resultados obtenidos con la capacidad de hacer las cosas. Decir que The King of Limbs es un gran disco es caer en la sinrazón crítica de las redes sociales…. o, en verdad, no tener idea de lo que Radiohead es capaz de hacer. Es no "entenderlos".

(*NOTA DEL AUTOR: lo referido aquí no era lo aparentemente "impresionante" de saber sobre esos menesteres a tan corta edad. Más bien, refiere a lo increíblemente pretencioso que uno puede llegar a ser… a tan corta edad)