El rock progresivo es uno de los géneros que lamentablemente han ido perdiendo popularidad e importancia dentro y fuera de la escena mainstream durante las últimas décadas. Las agrupaciones y proyectos más exitosos relativamente contemporáneos a nuestros años extrañamente son bastante diferentes entre sí. Porcupine Tree, Storm Corrosion y los demás proyectos de Steven Wilson cargan con una fuerza emocional sumamente fuerte, las estructuras de sus canciones divergen entre lo tranquilo y lo energético. A Perfect Circle, Tool y los demás proyectos de Maynard James Keenan posen tracks sumamente complejos, hipnóticos y con ello originales. The Mars Volta, Antemasque y los demás proyectos de Omar Rodríguez López son probablemente los que siguen la estructura y el estilo más clásico del progresivo en la actualidad. Opeth y Dram Teather son otras bandas que han sobresalido junto con la agrupación que prendió a El Plaza Condesa el día de ayer, Coheed and Cambria.

Coheed and Cambria es una banda de progressivo que ha impresionado gracias a la forma en como conceptualizan sus discos, contando junto a una serie de historietas escritas por su vocalista Claudio Sánchez, la historia de The Amory Wars. Los solos de guitarra, instrumento en el que sobresale la agrupación los ha hecho merecedores de una fanbase sumamente fiel que se dicen llamar Children of the Fence, y ayer me pude dar cuenta de la cantidad de Childrens que tienen Claudio y compañía.

El día obscureció y junto a la llegada de la obscuridad al cielo, los colores de las paredes de El Plaza también obscurecieron, pues una ola de personas vestidas de negro rodearon completamente al foro pintándolo de su color.

Apolo, la banda formada hace ya casi una década en Chihuahua abrió el concierto mientras la gente llegaba al foro, Albar Loya, gritaba a los asistentes; “qué chingón ser mexicano, somos el mejor público gente y ahorita los Coheed se van a cagar” y así fue, a la llegada del cuarteto al escenario, la gente aunque poca, gritaba y saltaba de tal manera que parecía que El Plaza Condesa estaba por reventar.

La primera canción en sonar, “Island”, canción que abre su último disco de estudio, The Color Before Sun, sirvió para prender los ánimos de la gente. Después de la siguiente canción del mismo disco, “Eraser”, la banda tocó entre aplausos y slams uno de sus temas clásicos, “Devil in Jersey City”, en el que un chico a mi lado bastante parecido a Steven Wilson empezó a mover sus brazos de tal manera que parecía que la energía aplicada en golpes a la batería se extendía hasta su baile. Dos personas anglosajonas comentaron “woow, qué buen público” mientras la demás gente los apachurraba y obligaban a saltar en conjunto.

El mood no cambió para nada durante las siguientes canciones; “The Crowing”, “Red Blood Summer”, “World of Lines” y “No World For Tomorrow” sonaron con mucha fuerza en el foro. “33” y “You Got The Spirit, Kid” fueron coreadas con nostalgia.

En “Here To Mars” Claudio se convirtió casi en una criatura mística cuando su cabello completamente naranja rodeaba su cabeza, el micrófono metido dentro de esa melena parecía ser tragado por esa figura de rugidos fuertes y gritos aterradores, las luces iluminando solamente la escena lo elevaban a otro nivel.

Al terminar con “A Favor House Atlantic”, “The Camper Velourium III” e “In Keeping Secrets of Silent Earth” se siguió con un encore; dos de las canciones más famosas de la banda fueron gritadas con gran euforia: “Ten Speed” y finalmente “Welcome Home”.

La noche sin lugar a dudas logró complacer a los “Chidren of The Fence”, quienes marcharon y dieron gritos de guerra junto a su líder Claudio y aunque éste ejército pareció ser pequeño en cantidad en ésta ocasión, a El Plaza lograron tumbar con sus brincos, su canto y sobretodo su sentir eufórico y energético.

Checa también:

Natalia Lafourcade llevó sus raices al Auditorio Nacional
The Rolling Stones en México
Nueva canción de Adele