¿Habrá una banda nacional más amada por los chilangos que los Tacvbos? Después de verlos ayer en un Plaza Condesa, que tal vez les quedó muy chico, parece que pasan los años y la respuesta es no, no hay grupo que genere una respuesta como ellos.

Sí, la mayoría de los que estábamos ahí ya pasábamos de los 30, tenemos hijos o sobrinos, y como dijo Rubén Albarrán en un punto, también extrañamos esa época en la que saltábamos y no nos tronaban las rodillas, pero eso no impidió que al escuchar a los reyes de Satélite nos sintiéramos como en nuestra época de prepa o secundaria.

Era Jei Beibi el pretexto para ver al cuarteto. Algunos en la entrada decían que este nuevo disco los había decepcionado por “demasiado experimental”, “que ya no suena a sus raíces”, “ya son bien chairos”, u otras razones.

Aunque Emmanuel del Real lo haya definido como su mejor álbum, la realidad es que esta octava producción de estudio resulta pesada en una primera o hasta segunda escuchada, lo cual no sucedía con sus trabajos anteriores.

Sin embargo, en vivo es otra cosa. Tal vez ayudó que el grupo decidió echarse un clavado en la nostalgia y tocar algunos de sus temas más icónicos. Pero desde el arranque con “Futuro”, tras una rechifla y el canto de “Oé oé oé oé, Café café” a todo pulmón porque el concierto no empezaba, el público recibió bastante bien las rolas que sonaron del disco.

Albarrán trató todo el tiempo que los asistentes comprendieran que la presentación era de su nuevo material: «Esta es una noche que para nosotros es muy especial. El inicio de un ciclo que no sabemos cuánto dure, pero que estamos muy felices que comience así».

A pesar que la mayoría aplaudía, otros gritaron: «¡Toquen de antaño, no pop, putos!». Entonces sonó “El aparato”, “El padre”, “Desperté” y fue evidente que el gran amor que la gente tiene por Meme, Quique, Joselo y Rubén está forjado en el pasado.

No había un alma que no se supiera dichas canciones, todos saltaban, algunos hasta se abrazaban con los amigos y se decían: “Te acuerdas cuando con esa rola…”

Esto no significa que las próximas cosas a realizar por la banda ya nunca superen el éxito de lo que fueron antes, pero quizá ya no sean tan emblemáticas o tan cercanas a la cultura de los chiangos como lo eran “Las flores”, “Chica banda”, o sus clásicos cóvers de “Como te extraño, mi amor” y “Chilanga banda”, las cuales también se corearon con fuerza en la venue de la Condesa.

Fue una hora con 15 minutos lo que el grupo tocó en la primera parte de la noche, pero luego regresaron con una ballena blanca inflable que se erigió sobre el público, sin que la mayoría de la gente supiera el por qué o qué representaba el animal.

Quizá era parte del trabajo que Albarrán ha realizado con Greenpeace en pro del cuidado del mar o la vaquita marina o tal vez sólo una nueva forma de manifestación a favor del cuidado de la tierra, como en conciertos anteriores habían hecho con el agua, Wirikuta o en contra de los transgénicos.

“El mundo en que nací”, que es una canción de amor para los hijos —recordemos que ya todos los Tacvbos son papás—, “Volcán”, “Pájaros” y el gran cierre con “El baile y el salón”, puede que dejaran a un público con ganas de más, pero que con su respuesta, conmovió tanto a los músicos, que se quedaron como cinco minutos más sobre el escenario para despedirse, haciendo señas de corazones con las manos y agradeciendo con reverencias constantes.

Al final, que si faltaron “Amores perros”, las del tributo a Los Tres, o el murmullo general de ¿en verdad nunca volverán a tocar “Ingrata”?; nada de eso importó para que Café Tacvba lo hiciera de nuevo y demostraran que a pesar del tiempo o las críticas, como expresó Albarrán «seguimos adelante y seguimos ».

Así que ahora a guardar energía para noviembre y lo que seguro será una gran fiesta en la Arena Ciudad de México.