Conocí a Linkin Park por los inicios del nuevo milenio, justo en la prepa, y a lo largo de los años me han ido acompañando orgánicamente, casi sin darme cuenta, como mi sombra. Y digo “casi sin darme cuenta” porque no es que los escuche a toda hora. A veces pasan meses sin que escuche una sola canción de ellos, y la vida sigue, pero luego sacan nuevo disco, le doy una oportunidad y resulta que siempre me gustan la mayoría de sus tracks. O de pronto los pone Deezer. Ahí es cuando aseguro, con todas las de la ley, que han ido evolucionando y que siguen siendo talentosos. Me consta.

Este 23 de junio volví a verlos en vivo. Creo que es la quinta vez o ya perdí la cuenta. Repetí en la Arena Ciudad de México. Para ser sinceros, la última vez que los vi en vivo, también en la Arena, me quedaron a deber en varios aspectos. Ahora se reivindicaron.

Mientras escuchaba, gritaba y cantaba junto con toda la Arena los éxitos de la banda, vinieron a mi mente algunas de las razones por las cuales simple y sencillamente Linkin Park es una señora banda.

  • Sudan talento (por cada poro): y no necesitan inscribirse en un género musical en para demostrarlo. A veces rock, a veces rap, a veces electrónica, a veces metal, a veces hip hop. Guitarrean, se tranquilizan, hacen himnos, respiran, se emocionan, vuelven a agitarse. Son rockeros pero bastante fresas. Protestan y denuncian pero voltean a ver a su espíritu. Esta “esquizofrenia”, tan criticada por algunos que los tachan de “no tener identidad”, los ha llevado a crearse un estilo único que los destaca y les asegura un lugar en la historia.

  • Bennington + Shinoda: una de las características más marcadas de la banda es el duelo de voces entre estos dos virtuosos, que va más allá del rap. Además, Shinoda toca la guitarra, el teclado y el piano no para presumir que lo sabe hacer, sino para combinar todos estos instrumentos con los sintetizadores y la voz de Chester para crear. Este último ha sabido sobrellevar el desgaste de sus cuerdas vocales de manera digna y elegante. Tan es así que sólo los que llevamos años escuchándolo notamos en este concierto que ya no suena igual de energético que siempre, pero el cambio es sutil. Ambos son buenos showmen, se dan su lugar, se complementan e, incluso, Shinoda tuvo su gran momento al cantar una nueva rola de Fort Minor, “Welcome” (que puedes descargar gratis aquí)

  • Energía: cada concierto de Linkin Park es energía pura: hay sonrisas, hay deleite y disfrute. No pasó una canción sin que agradecieran al “respetable” por estar, brincar y cantar. Tanto Chester como Mike se acercaron varias veces al público. Shinoda hasta se brincó las vayas de seguridad para que lo manosearan todos como quisieran. Le aventaron un brasiere enorme que casi lo noquea. Y todos sonriendo. Todo el tiempo. Honrando la bandera mexicana y demostrando que tienen un amor especial por este país. Eso sí, se notó un bajón para la segunda mitad del concierto, que terminó tras hora y media, pero cerca del final, después de “In the End”, se recuperaron.

  • Coherencia:desde sus inicios, hace casi 20 años, han seguido una línea definida que los ha llevado a evolucionar sin estancarse. Sus cambios han sido discretos pero sustanciales. Han ido de la electrónica al rock y viceversa, de la calma a la ira, sin salir dañados. Su única constante es el riesgo, desde sus inicios. No podría decir que sea una agrupación que innove o sorprenda disco tras disco, pero todos los fans coinciden en que no hay que arreglar algo que no está roto.

  • Saben lo que sus fans quieren (¡¡¡CRAWLING!!!): una de las rolas que justo me quedaron a deber en su concierto anterior fue ésta que ¡POR FIN! tocaron. El recital de esta noche estuvo lleno de éxitos y una que otra rolita de The Hunting Party, disco que, la neta, no extrañé. Preferí recordar cientos de momentos con In The End, Numb, Burn it Down, What I’ve Done, Iridescent, New Divide, Breaking The Habit, para cerrar con Bleed it Out. ¿Quedaron a deber? ¡Claro! Un fan siempre dirá que quedaron a deber…

Esta noche, rola tras rola, me di cuenta de que efectivamente Linkin Park forma parte del soundtrack de mi vida, a pesar del paso de estos 15 años, en los que sutilmente, y a veces inconscientemente, se fueron colando como la humedad de mis oídos a mi cerebro, para no salir de ahí jamás.