Éstas son las voces de la banda que marcó el rock nacional y que regresa, también, a contar su historia.

«Esta canción habla de cómo nos hacemos mierda unos a otros.»

Saúl Hernández pronunció estas palabras, oculto tras el micrófono. No quebró la voz. Ni Alejandro Marcovich ni Alfonso André se inmutaron a la hora de empezar “Aviéntame”, como si ése no fuera el último concierto de la banda que sin querer cambió el rock nacional. Comenzó el requinto de Marcovich, frenético; el tamborileo de André; y luego, en la boca de Saúl, la letra, que se antojaba profecía o testamento: «Qué triste se nos fue la vida / atrás del cielo nos miran llorar / fumando lunas a escondidas / revoloteando entre viejas paredes».

Los fans se derritieron ante una banda cuyos integrantes no lograron verse a los ojos durante todo el concierto. Alejandro miraba su guitarra; Alfonso cerraba los ojos o se concentraba en las baquetas; Saúl, en un arranque, se quitó la playera.
El torso huesudo, abrió los brazos, alzó el rostro, y se lanzó al público.

Al final las canciones de Caifanes se agotaron. Alejandro Marcovich tocó los acordes de la canción, que todo el auditorio tarareó al unísono: «Cuanto tiempo disfrutamos de este amor / nuestras almas se acercaron tanto así / que yo guardo tu calor / pero tú llevas también / sabor a mí». André apenas lo miraba.

Saúl respondió: al terminar esos acordes, el vocalista tomó el micrófono y a capela pronunció otro testamento de los Caifanes: «No dejes que / nos coma el diablo, amor / que se trague tu calor / que eructe mi dolor». Clavó los ojos en Marcovich, que mantuvo la mirada en el suelo.

Carlos Marcovich, hermano del guitarrista, irrumpió en el escenario; rodeó a Saúl por el cuello y trató de acercarlo a Alejandro para un abrazo reconciliador. Carlos había hecho algo similar 11 años antes al presentarlos, cuando Caifanes aún no existía, cuando nadie imaginaba conciertos multitudinarios, ventas millonarias, el alarido que los reclama como la banda más grande de México. Esta noche del 18 de agosto de 1995 en San Luis Potosí, los Caifanes corrieron tras el escenario que no verían juntos de nuevo durante más de 15 años.

«Que se deshagan. Mejor que quede la leyenda», había exclamado un fan antes de entrar a ese último concierto. Como si hubiera escuchado, al verlos desaparecer separados, Carlos Marcovich tomó el micrófono y culminó su intento: «Caifanes se acabó».

Ayer me dijo un ave

a) El 14 de diciembre de 2010, un murmullo inquieto recorría el grupo de reporteros que esperaban en el Teatro Metropólitan que la noticia de aquel día fuera algo más que el anuncio del cartel del festival Vive Latino 2011: «¿Tú crees que de verdad regresen? Pero esos cuates estaban peleados a muerte, ¿no?».

«Eso no me parece relevante. Estamos juntos porque nos da la gana». -Sabo

b) Los días posteriores al anuncio en el Metropólitan, las declaraciones de los ex Caifanes fueron pocas. ¿Qué los motivó a reencontrarse? «Estaremos los cinco integrantes; es parte de la onda que buscamos recuperar, para recrear la magia», dijo Diego Herrera, el tecladista. ¿Quién buscó a quién, cómo fue? Sabo Romo, el bajista, zanjó el tema: «Eso no me parece relevante. Estamos juntos porque nos da la gana». Y Alfonso André: «Me da un poco de miedo, las cosas terminaron por algo. Ese algo probablemente todavía esté ahí». Remata Alejandro Marcovich: «Para muchos el reencuentro entre Saúl y yo simboliza el reencuentro de Caifanes. Pero fue una cuestión de voluntad: Sabo y Diego dejaron la banda antes, también por su voluntad».

c) Antes del anuncio en el Metropólitan, a un reportero se le habla del posible reencuentro de Caifanes. Al respecto se muestra irresoluble: «Imposible: sería como reencontrar a Paul McCartney y John Lennon».

d) Se sabe que este reencuentro ha requerido superar una odisea; que Saúl y Alejandro, los líderes mediáticos de la banda, no podían verse ni de lejos. Que Sabo estaba en otras cosas, que Diego estaba desaparecido y que Alfonso estaba harto. Pero ninguno hizo declaraciones de cómo llegaron al reencuentro.

e) De vuelta al Metropólitan, Jordi Puig, uno de los organizadores del Vive Latino, comienza a hablar del cartel de este año: Fobia, Charly García, Chemical Brothers. Nombres enormes que no terminan de llenar el rumor. Hacia el final de la conferencia de prensa, la luz se apaga. Detrás de Puig, en una pantalla negra, se empiezan a dibujar líneas grises y luego blancas y rojas, que se traducen en aplausos, gritos y brincos de emoción. Las líneas finalmente descubren la tipografía que no se veía hace 17 años, las letras de la C a la S que, como si fueran mágicas, saltan de la pantalla a los celulares, a los periódicos, a las ocho columnas.