Jared Leto es, sin duda, un hombre sumamente inteligente. Sabe que tiene una personalidad magnética y conoce perfectamente cómo explotarla para complacer a sus miles y miles de seguidores. Y así lo demostró la noche del viernes en El Palacio de los Deportes ante más de 13 mil fanáticos que festejaban frenéticamente cada acierto del líder de 30 Seconds to Mars.

Y es que la presentación de la banda formada en Los Ángeles era más bien una fiesta donde Leto fungía como maestro de ceremonias. Los ojos estuvieron en él durante todo el show. Pero bueno, narremos desde el principio.

El camino que conducía a la pista del Palacio de los Deportes estaba lleno de uno de los públicos más eclécticos que recuerde: lo mismo se veían adolescentes con flecos largos, cubriendo un ojo, como sujetos de más de 30 años bebiendo cerveza; algunos jóvenes iban acompañados por sus padres, otros -que parecían padres de familia- miraban con atención a su alrededor; pero todos los presentes compartían su entrega a 30 Seconds to Mars. Absoltamente todos.

Pocos minutos después de las 9 de la noche, sonaron los primeros acordes de ‘Birth’ y, por supuesto, los gritos del público ensordecieron. La gente levantaba las manos formando una pirámide con sus dedos, imitando la instalación que la banda había puesto en el escenario.

El juego de luces de 30STM era simple, minimalista. En realidad pareciera que realmente querían que la atención de sus fans se centrara en su música y no en elementos superficiales. Lo lograron con maestría.

Pero, a pesar de ello, lo más relevante del show no fueron los sonidos que emitían los músicos, sino la interacción que existió entre Leto y la audiencia. Que fue, en realidad, algo cuasi mágico. En cada oportunidad que tenía, agradecía a sus fans mexicanos por todo el apoyo, se aseguraba que éstos estuvieran contentos y los llamaba a hacer de esa noche, un suceso inolvidable. Estoy seguro que para los miles de adolescentes que cantaban con emoción cada una de sus canciones, ese show fue una de las experiencias más excitantes en su vida. No recuerdo la última vez que una banda lograba provocar tanta euforia en sus seguidores.

Leto, pidió que el público le otorgara un nombre mexicano, subió a decenas de fans al escenario para hacerle compañía, invitó a que cantaran con él. Se entregó en cuerpo y carne a sus fans. Y eso, -aunque yo no sea uno de ellos- se agradece.