Wendy tiene 51 años y es taquillera del Metro. Inició en el Sistema de Transporte Colectivo como vigilante en la Línea B. Le tocó ver cómo a pesar de que la misma aún no contaba con el equipamiento debido, se inauguró de prisa y a marchas forzadas. ¿El motivo? La entonces Jefa de Gobierno Rosario Robles, quería colgarse como medalla este megaproyecto antes de que su gestión concluyera.

Estos problemas estructurales provocaron que los problemas no se hicieran esperar, como que los trenes se quedaran sin energía entre estaciones y hubiera que evacuarlos auxiliados por la escalera de emergencias que está al fondo de cada vagón. Fue en esos momentos de pequeñas crisis que Wendy conoció su vocación de servir a los demás.

Ella era empleada eventual, pero estaba convencida de que como hacía bien su trabajo, pronto la convertirían en empleada de confianza. El tiempo la sacó de su error. Pasaba el tiempo y no la contrataban. Veía como otras mujeres se ganaban sus plazas, e incluso, entraban a niveles superiores de mando y coordinación y a ella no le daban siquiera un nivel uno.

Entonces conoció el teje y maneje del Sistema de Transporte Colectivo: “así fue como supe que se vendían las plazas. Una plaza al interior del Metro te puede costar entre 10 y 20 mil pesos”. Aunque claro, también había otros métodos, a las que varias de sus compañeras sí accedieron con tal de ganarse un puesto.

“El jefe de zona me propuso irme a la cama con él. Ellas me decían que qué tanto es tantito, que nada más cerrara mis ojos y ya. Pero no quise hacerlo, a pesar de que soy una madre sola. Y esas mujeres no sólo no se ocultaban, sino que se jactaban”.

Analizando las opciones que le quedaban, supo que había exámenes para ganarse la plaza de empleada de confianza y prefirió la ruta difícil, pero honesta. Tuvieron que pasar 3 años para que obtuviera la anhelada plaza, pero lo logró.

La vida como taquillera

Para ser taquillera en el Metro hay 3 turnos. El uno, que va de las 4:50 a las 12:00 horas; el 2, que va de las 11:35 a las 19:00 y el 3, que va de las 18:35 a las 00:30 horas, que es el último y cuando se hace el corte de caja.

Su trabajo como taquillera le gusta y aunque el salario no es alto, ella lo considera justo: gana 3,700 pesos cada catorcena. Además, tienen prestaciones como servicio médico, ayuda de renta y ayuda de lunch. Estas prestaciones llegan sólo una vez por mes. Además tienen el llamado “estímulo 110”, que las reconoce por haber tenido un servicio sobresaliente.

-¿En qué consiste este estímulo y por qué razones se los dan?

-Nos dan esta ayuda cuando ocurren eventos extraordinarios. Por ejemplo, ¿te acuerdas cuando iban a cambiar el precio del boleto de 3 a 5 pesos? Se hicieron un colas enormes y no nos dábamos abasto para atender a tanta gente. Fue una cosa de locos, de verdad no había tiempo ni para ir al baño. Cuando eso acabó nos reconocieron con el estímulo 110. También ha pasado que tenemos que ayudar a atender partos.

-¿Les dan alguna capacitación para auxiliar en momentos como éstos?

-No, más bien nos echan al ruedo porque nosotras somos mujeres. Aunque también los policías han atendido y ayudado en esas situaciones. ¡Lo que te pueden contar ellos!

-Hay una duda que siempre he tenido. No digo que tú, pero ¿por qué muchas de las taquilleras atienden con mala cara?

-Yo creo que son varios factores. No las justifico, porque somos servidoras públicas y como tales tenemos que saber ofrecer un servicio de calidad y amable. Yo hasta pego un cartoncito en mi taquilla que dice “que tengas un buen día” y hay quien sí me ve y sonríe. Pero toma en cuenta que estamos ahí adentros solas y encerradas bastantes horas.

-Pero tienen una hora para ir a comer, como en cualquier trabajo, ¿no?

No. Eso que nos llega en el pago como ayuda de lunch es la hora correspondiente a la hora que no trabajamos. Yo por ejemplo, estoy desde las 4:50 de la mañana hasta el medio día. Si echas cuenta son 7 horas y 10 minutos. En todos los demás trabajos, las jornadas son de 8 horas con una hora de comida. Nosotras trabajamos 7 pero no tenemos esa hora para comer.

-¿Y tienen tiempo para ir al baño?

-Sí, pero hay que ir rápido o la gente se enoja mucho de que dejemos la taquilla. Obviamente tenemos necesidades fisiológicas como cualquier ser humano, no podemos estar sin ir “al ocho” durante tanto tiempo.

-¿El ocho?

-Así le decimos al baño, porque es la oficina número 8. Se supone que debería haber una persona que nos apoye atendiendo mientras nosotras vamos, a esa labor se le llama “cubre ocho”. Pero no hay. Tenemos que ir de rápido y cuando regresamos la gente ya está enojada.

-Y supongo que la gente les expresa su enojo…

-Nos tocan de mentadas de madre para arriba. Nos avientan el dinero y nos llega a pegar. Hay compañeras a las que las han golpeado porque van al baño.

¿De verdad el enojo llega a los golpes?

-Sí, y hay que tener mucho cuidado porque hay personas tan rencorosas que te esperan hasta el cambio de turno. Una vez que fui al baño, cuando regresé ya tenía una queja que decía “esta vieja diario se va a desayunar, pero un día le voy a dar en su madre”. Tenemos que andar con mucha precaución.

-Pero a mí me ha tocado ver a taquilleras que están hablando por teléfono en lugar de atender…

-A veces estamos tomando llamadas que son asuntos del Sistema de Transporte. No podemos estar tomando llamadas particulares, son cosas que nos distraen. Si das mal un cambio por ejemplo, eso sale en el corte de caja y nos lo cobran a nosotras. No te puedo decir que todas son ejemplares, pero yo no lo hago.

-¿Y por qué se enojan si les pagamos con billetes?

Sufrimos mucho de cambio. Todas las mañanas nos dejan nada más 250 pesos de cambio para que nos las arreglemos como podamos. A veces es el tercer cliente y ya no hay. Hay sobre todo señoras en la mañana, que te quieren pagar un boleto con el billete de a 100 o 2 boletos con el de a 500. Y te dicen: “es que le tengo que dar para su escuela a mi hijo”, pero no entienden que nosotras no somos banco. Y si les negamos el servicio se molestan.

El tope de las tarjeta

Cuando le comento que cuando empezaron a venderse las tarjetas, yo cargaba más de 100 pesos para evitarme las famosas colas en las taquillas. Le pregunto por qué ahora ya no dejan hacer recargas de más de 99 pesos.

-Cambiaron el sistema, lo bloquearon para que no podamos ingresar cantidades de tres dígitos.

-¿Por qué? Para algunos era más práctico.

-Es que las tarjetas suelen fallar. ¿Te imaginas que te falle una tarjeta a la que le recargaste 200 o 400 pesos? A veces por dejarlas cerca de aparatos, se magnetizan porque traen un chip y entonces, adiós a tu dinero.

-Pero aunque sean menos de 100 pesos, duelen…

-Claro. Aunque para eso pueden acudir a las estaciones Ermita, Juárez y Chabacano. Si tienen problemas con sus tarjetas, los mandamos ahí y se las desbloquean.

-Pues qué amable, me cuesta pensar que seas de esas taquilleras que atienden de mala gana.

-¡Es que no soy mala onda! Te digo que hasta les pongo un cartoncito deseándoles un feliz día. Soy servidora pública, creo que si todos fuéramos más conscientes, tanto los usuarios como quienes trabajamos en el Metro, la cosa sería más alivianada.

Me despido de Wendy, estamos en la estación Balbuena y una compañera la está esperando en Boulevard Puerto Aéreo. Hoy conocí a una taquillera del Metro que sí sonríe y para mí es como haber encontrado un unicornio en medio de la gris Ciudad de México.

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