Hace 30 años, tener unos kilos de más no era motivo de gran preocupación entre los papás. En realidad, se consideraba que “el chamaco estaba bien sano”. Sucedía lo contrario cuando estaban flacos. Oh, terror, a los pobres les metían cualquier cantidad de comida y suplementos para que subieran unos kilitos y pudieran ser considerados “saludables”.

Ambas situaciones crearon en la chaviza de aquella generación tremendos traumas que a la fecha les resultan insuperables.

Entrevistamos a Claudia, quien de niña, fue llenita, regordetita, ponchadita —como muchos le llamaban—. Pero, a diferencia de lo que El Bronco —el gobernador de Nuevo León— dijo hace poco, que “a las niñas gordas NADIE las quiere”, a ella sí la quisieron.

Si bien es cierto que el gobernador se refería al embarazo adolescente, nadie debe decirle a una niña que no la querrán, ya sea por su sobrepeso o por estar embarazada.

A continuación nuestra conversación con Claudia:

¿Cómo lidiaste con los kilos de más durante tu infancia?

No fue fácil. Además de estar gordita, era bien ñoña. Obtenía buenas calificaciones, era parte del cuadro de honor, pero no era flaquita. Esto fue hace más de 35 años, época en la cual a los papás no les preocupaba que una estuviera rebosando de alegría. En la casa viví muy feliz, ellos me apoyaban mucho. La escuela fue un verdadero infierno.

¿Por qué? ¿Qué te decían?

Uy, me decían muchos apodos, entre ellos: “la burbuja”, por redonda y babosa. Existía (o quizá aún existe) un estigma hacia los niños gordos, se creía que eran sucios, que no se bañaban, pero… ¡yo sí me bañaba! Quizá lo relacionaban con la onda “sebosa y apestosa” jaja.

¿Por qué dices que sí te quisieron? Nomás nos estás contando puras tragedias…

Porque mis papás me dieron muchas armas para defenderme, a ellos me refiero con que sí me quisieron. Sé de muchos niños cuyos papás se los escabechan por tener unos kilos de más, pero los míos no. Mi mamá me llevaba a clases de danza y gimnasia para mantenerme sana, pero yo no bajaba de peso. Ella me decía que lo más probable es que tuviera un organismo lento y que por eso pesaba un poquito de más.

¿A qué te refieres con que te dieron armas?

A que me enseñaron sobre inclusión, sobre diversidad. Me decían que en el mundo me iba a encontrar con diferentes tipos de personas: a las que les gustara el negro, a las que les gustara el azul, a los que les gustara los hombres o a las que les gustara las mujeres. En esta diversidad también habría espacio para los gordos, los flacos, los altos y los chaparros. Me enseñaron a defenderme de los ataques tan inhumanos a los que enfrenté por mi sobrepeso y a no darles mayor importancia.

¿Cuál fue una de las peores experiencias que viviste?

Como te decía anteriormente, yo fui a clases de gimnasia. En uno de los ejercicios que debíamos practicar debíamos aventar hacia atrás las manos, de manera que una formara un arco con el cuerpo. Obviamente yo nunca pude. Mis compañeras se burlaban mucho y decían que yo no hacía el arco, que yo hacía la bayoneta. No quería regresar.

¿Qué hacían tus profesores?

Ellos me apoyaron mucho también. Mi mamá les platicaba lo que sucedía y ellos hablaban con los papás de los niños que me molestaban. Tristemente nos dimos cuenta de que esos niños eran así porque sus papás tenían muchos problemas: alcoholismo, violencia intrafamiliar. Eso también me lo explicaron mis papás: quienes reaccionan de forma violenta, frecuentemente tienen problemas en casa.

¿Y tu adolescencia?

Fue difícil, ningún chico se fijaba en mí. Todos querían andar con las flaquitas de mi grupo. No fue sino hasta que me convertí en adulta que encontré a alguien que amara, fuera cual fuera mi peso.

¿Qué implicaciones tuvo todo esto en tu vida adulta?

Cuando fui niña me afectó mucho, me refugié en mis libros y le pedí a mi mamá que me ayudara a entrar a la prepa libre. De esta forma fue que terminé mis estudios. Me volví muy introvertida, pero eso hizo que me devorara libros y que hoy por hoy tuviera el trabajo que tengo (Claudia es periodista. Trabaja para un periódico de gran renombre y ha obtenido diferentes premios por los cuentos que ha escrito).

No puedo agradecer a la vida por esos golpes que recibí, pues me lastimaron mucho. Pero sí puedo verlo de una forma positiva por todo lo que ello implicó para que me superara.

En la actualidad, ¿crees que nadie pueda querer a una niña gorda?

¡Obvio que no! Es un discurso terriblemente violento, ya sea porque la niña tenga sobrepeso o porque se haya embarazado. Nadie debe decirle a una niña que no la querrán. Lo mejor es decirle cuáles serán las consecuencias de sus actos, de comer de más, de no hacer ejercicios, de tener sexo sin utilizar un condón. Espantarlas o crearles un ambiente de miedo es de terroristas.

Hoy, Claudia está felizmente casada. Mantiene un peso sano, pero nunca ha sido una varita de nardo. A pesar de todo le causa mucha risa cuando alguien le dice: “te fuiste como gorda en tobogán”, pues sabe que una gordita en un tobogán lo que menos adquiere es velocidad.

Ustedes, queridos lectores, ¿a qué cosas se enfrentaron cuando eran chavillos y regordetes?

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