¿Has pensado que «nada» bajo tus pies mientras llueve?, este viaje por el drenaje profundo en CDMX (hace 10 años) te hará abrir los ojos.

«Muchos tramos del túnel estaban desprovistos de concreto, se veían las varillas de acero desnudas. Las grietas eran tan grandes que los desechos se atoraban y formaban diques. El ácido sulfúrico estaba destruyendo las paredes del canal».

Palabras de el Ing. Carlos García, de COTRISA, qué hace diez años fuera la empresa comisionada para la rehabilitación del drenaje profundo en CDMX, él nos dio un recorrido.

Desde que entramos al túnel, la Luminaria 8, muy cerca de Martín Carrera, caminamos cerca de un kilómetro. No se veía el final ni adelante ni atrás. El olor no era tan malo como pudiera pensarse: para ser el túnel que sacaba de la capital agua de lluvia y desechos de todo tipo, el lugar no se veía tan tétrico.

Pero hay un constante rumor que viene de arriba, de la CDMX con luz y sanitarios; el rumor parece de una casa embrujada. No mucha gente sabe que, de no haberse hecho las reparaciones en el drenaje profundo de CDMX en esos años, aquella leyenda hubiera cesado con la inundación y el caos. La piel se me eriza.

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A mediados del  2007 el pronóstico era la catástrofe: el drenaje profundo en CDMX era, de manera callada pero evidente, un peligro real, una pesadilla de Lovecraft. El enorme ducto, de casi 70 kilómetros de largo, estaba desgastado en proporciones que nadie podía determinar a ciencia cierta. Seguramente las paredes estaban corroídas, pero no se sabía qué tanto.

El canal, que había sido planeado para 10 millones de habitantes, tenía problemas para responderle a una ciudad del doble, la capacidad estaba reducida en más de la mitad. Pero fuera de eso, nada: desde su construcción, en 1975, el drenaje profundo no había tenido trabajos de rehabilitación.

Mientras la esfera política de la ciudad comenzaba a admitir que el problema era grave, ingenieros de todo el país dieron un ultimátum: el colapso del canal significaría una catástrofe de las dimensiones de Nueva Orleáns en 2006. Bastaría una lluvia aguerrida, de 30 mm3, para que el lago que fue originalmente esta ciudad reconquistara las partes oriental y central, que quedarían sumidas en una mezcla de aguas negras, tifoidea y cólera. Tras el colapso del canal, la epidemia sería inminente: esta ciudad estaría perdida.

«Hemos usando mejores materiales que en la construcción. El concreto es especial para resistir las sustancias tóxicas que se forman de los desechos, y tiene un recubrimiento plástico para que los gases sulfúricos no desgasten de más el techo del túnel. Esperamos que, con estas mejoras, el túnel funcione al 100% durante otros 30 años, por lo menos»

El Ing. Carlos nos tranquiliza. La rehabilitación total del túnel tomó otros tres años. De cualquier modo, estas obras significan un crecimiento brutal de la capacidad del túnel, casi un 50%. Lo cual se traduce, de entrada, en menos inundaciones durante al menos 10 años.

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Pregunté a Carlos qué tan cerca estuvimos de un escenario catastrófico. Aclara que sí, pudimos haber tenido una epidemia, pero prefiere mirar al futuro: no sólo se espera terminar por completo la rehabilitación del túnel, sino que, entre los planes del GDF, está la creación del Acuaférico, un canal que dé la vuelta a la ciudad y tenga plantas de tratamiento de aguas.

drenaje profundo en cdmx

Eso será después, será en una década o más, pues hasta el momento son solo promesas de campaña o bien… planes de una ciudad futurista. Hace 10 años la precipitación era menor, no existía un crecimiento demográfico exponencial… y bueno el resto es historia.