Una estampa típica de una mañana de lunes en el caótico Distrito Federal: suena tu despertador antes de que haya salido el sol –algo simplemente macabro- y sientes que te martillan la cabeza, piensas en el típico “cinco minutitos más” y cuando vuelves a abrir los ojos, ves que han pasado 20 minutos. ¡Ya estás tarde! y la junta con tu jefe empieza en media hora, para ser precisos. ¿Pesadillesco? Sólo los chilangos sabemos la súper misión que significaría entrar a la jungla de cemento en la hora pico de la mañana.

Te levantas corriendo, buscas tu trajecito “godínez” y agarras un paquete de barritas de avena para medio desayunar en el camino. La idea de pasar un cuarto de tu vida en el tráfico parece infernal… ¿Te has preguntado qué pasaría si te escapas del terrible vértigo horizontal de la megalópolis y te fueras volando en globo aerostático hasta el trabajo? Imagínate por un segundo cómo sería salir de la vorágine, y con toda calma, acomodar la canasta y el calentador de aire, listo para admirar el amanecer desde lo alto. Tu globo –sí, tu globo- tiene tus colores favoritos y hasta has guardado un mini-arsenal de munchies para tus viajes al trabajo.

La llama está lista, pruebas las corrientes de aire y agarras una que, mientras te va elevando de forma casi imperceptible, te llevará hasta tu oficina en tan sólo ocho minutos. Una sonrisa en la boca y las ganas de hacerlo una y otra vez. Siempre has pensado que el problema de tráfico sólo tiene una solución: en vertical.

Lo mejor es arriesgarse: siempre te arrepentirás de lo que dejaste de hacer y no de lo que hiciste. Libera tu mente.… ¿por qué no emprender el vuelo?