Sergio González RodríguezJóvenes contra viejos: guerra donde, gane quien gane, a final de cuentas pierde.

Esta mañana escuché las noticias mientras viajaba en un taxi de la colonia del Valle a San Ángel. Sol, cielo azul y gente en las calles, después del invierno más frío que yo recuerde. En la radio comentaban los encabezados de los diarios que eran un baño de optimismo: los próximos quince años serán de mediocridad. Hallan tres decapitados en Bosques de las Lomas. En Ciudad Juárez no hay Estado de derecho. Etcétera.

Para colaborar a tal atmósfera de dicha y compartirla con el taxista, se me ocurrió decir: quince años futuros de mediocridad sumados a los diez años perdidos de la primera década del siglo en nuestra economía, ¿no le parece el mejor de los mundos posibles? El conductor ni me contestó. Sentí su mirada feroz en el retrovisor. Desde ese momento, me supe un pasajero indeseable. El tránsito estaba muy denso en ese paseo matutino que pasó a ser la avenida Insurgentes desde la intromisión del Metrobus, y el taxista se puso de peor humor. Frenaba, aceleraba, volvía a arrancar en tramos de dos a tres metros.

En aquel vaivén, creció mi optimismo y comencé a silbar Yo quiero tener un millón de amigos de Roberto Carlos, para exorcizar los demonios. Sólo agravé la situación. El conductor apagó la radio. Sospeché que lo hacía menos por mí que por él: quería subrayar que me callara la boca.

Desde luego pensé: ya no hay valores.

Desde luego pensé: ya no hay valores. Adiviné además una pugna generacional: el taxista era veinteañero y su mirada reflejaba un rencor que sólo he visto en otros dirigido a lo que entre los suyos se denominan los adultos. Estaba en el mejor de los momentos: una pugna entre generaciones, metido en un ataúd con ruedas cuyo viaje, a vuelta de rueda para colmo, me costaría el doble de lo habitual.

Preferí centrar mi atención en la vista a los bellos alrededores, sus puestos de garnachas en las esquinas y algún perro callejero. Aproveché para meditar: ¿cómo no va estar enojado este joven si en el 2050 será un viejo en medio de un país de más viejos como yo que le negó expectativas y posibilidades? Cifras oficiales: en cuatro décadas 30% de los mexicanos serán ancianos. Fortalezas: hoy la expectativa de edad promedia 75 años, a la mitad del siglo será de 83. Debilidades: a la sabiduría de la edad se sumarán el Alzheimer, la osteoartritis y deterioros motrices, de la vista y el oído. ¿Qué tal?

Noté que el conductor endurecía su mirada hacia mí entre giros de manubrio y frenesí de pedales.

Supongo que aparte de manejar poseía poderes paranormales como la lectura del pensamiento ajeno.

Supongo que aparte de manejar poseía poderes paranormales como la lectura del pensamiento ajeno. Y no le gustaba nada de lo que yo pensaba. Veamos el campo de oportunidades: en 2050 México tendrá 139 millones habitantes, será la quinta economía del mundo y persistirán los problemas migratorios.

El futuro laboral en 2050 se ubicará en la triple T: transporte, turismo y telecomunicaciones. Áreas de servicios. O de servidumbre, dirían los malpensados. Eso sí, la falta de agua y los estragos ecológicos serán un gran problema. Y el costo institucional de inseguridad, violencia, crimen organizado y corrupción en el presente habrá de repercutir al menos en una generación más de mexicanos.

En ese momento, el taxista casi choca con otro taxi.

En ese momento, el taxista casi choca con otro taxi. Transcribo su voluntad de diálogo entre colegas: ¿deja pasar, no? ¿Por qué te tengo que dejar pasar, no es mi obligación, o sí? Cómo mi rostro de San Francisco de Asís se interpuso entre ellos, evitaron bajar y liarse a puñetazos. Suspiré y dije en voz alta: andan muy acelerados los chicos. Mi taxista se sintió aludido y volvió a encender la radio para callarme la boca.

Durante el largo rato que tardamos en llegar a mi destino, me enteré de que unos señores firmaron una carta pública para quejarse de que los diputados se oponen a una propuesta del Presidente que tiene como fin, dicen, una visión de futuro audaz y alentadora. La proclama denominada “No a la Generación del No” se desinfló cuando críticos hicieron ver a los firmantes que ellos mismos fueron co-responsables en su momento de la situación política que ahora condenan. Entendí que el futuro, como cualquier dama, es una trampa.

Respiré aliviado al llegar a la esquina frente al monumento a Obregón, pagué y, al recibir el cambio, el taxista me preguntó: ¿cómo llego a avenida Insurgentes? Estupefacto, al ver que nunca supo que veníamos por esa avenida, sólo respondí: no sé. Estábamos a mano: yo tampoco sabía cómo llegar a mi futuro.

Sergio González Rodríguez lee el Tarot, el I Ching, hace cartas astrales y avienta runas y caracoles cubanos, pero prefiere las estadísticas para predecir el porvenir.