Adiós, Cindy

A la mañana resucito con un jugo en La Ciudad de Colima. Con
los chamorros entumidos cruzo el Bosque de Chapultepec. Pregunto al globero
cómo salir a Reforma.

-No te vas, aquí te quedas conmigo -amenaza bajo sus lentes
oscuros.

-Me parece bien -le digo-, sus globos están muy bonitos

Sonríe. «Soy famoso», me informa -otro chilango con aires de
grandeza-, me da el racimo de globos para sacar la revista Muy Interesante.
Llega a un anuncio del GDF. Él está en tercer plano, con sus globos.

Al rato, cuando ya no puedo andar, Aníbal dice: «lo que no
cura una aspirina, no lo cura nada».
Pero quiero comer. Lo consigo como una bendita en la marisquería La
Perla de Roma, de Avenida Cuauhtémoc.

Y de ahí a Plaza Garibaldi, hoy un campo de guerra repleto
de cascajo.

En la barra del Tenampa, tres tequilas. Son las 7 pm, muy
temprano para que a alguien lo saquen a rastras, como a mi casi paisano
Cornelio Reyna. Pero el Tenampa que imagino es un concierto de sinfonolas.
Gritan, chocan y rompen copas, piden botana. Cualquier noche es la mejor de las
noches en la vida de alguien, en cualquier mesa. Mi ensoñación en la realidad,
un bar desolado, la rompe Ángel, chico que bebe en la barra. «Oye, Cindy», me
llama; sus dientes remojados en cerveza se jactan de hacer un buen chiste que
tengo que explicar a Carlos, pues no sabe quién es "Cindy la Regia". Por ser
matemático y tomar cerveza, Ángel me ha caído bien. Le perdono su chascarrillo.