Por: Wenceslao Bruciaga

En el actual número de Chilango se encuentra un espeluznante y sangriento reportaje sobre un asesino que, según la investigación periodística, bien podría ser catalogado como “en serie”, pues en las hasta ahora cuatro víctimas se repite el mismo modus operandi y la sádica violencia con la que el multihomicida acaba con sus víctimas.


Al parecer, el criminal liga a sus víctimas en bares y clubes de la Ciudad de México y a la mañana siguiente el escenario es un departamento saqueado y un hombre con varias puñaladas. Este nuevo fenómeno demuestra los límites del reventón gay y de lo fácil que resulta embriagarse, besarse con un desconocido e invitarlo a tu casa, motivado más por el instinto de la calentura que el simple sentido común de contemplar, aunque sea por un segundo, que se corre peligro.

Lo más irónico de todo este batidillo de sangre es, que si esta noche nos topamos con el hombre a la altura de la calentura del momento, seguramente, no repararemos en el segundo de pensar que estamos en peligro ¿o si?

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