Decidir compartir departamento es una de las cosas más difíciles con las que te enfrentas en la adultez. ¿A poco no la mayoría estaría fascinado con la idea de vivir solo, de tener una casa propia, de no tener que trabajar para sobrevivir…? La verdad es que entre más envejecemos más soñamos y menos nos alcanza el dinero, desde que cumplimos 23 y dejamos de cantar esta…

…Y nos dimos cuenta de que la realidad no tiene nada qué ver con todas esas comodidades a las que nos acostumbraron nuestros padres.

Durante el día a día debemos estirar los billetes y aprender a vivir con álguienes más hasta que dejemos de ser unos payasos ¡y nos convirtamos en verdaderoshombres!

Clasificamos a las personas con las que nos ha tocado vivir. ¡Encuéntrate y ubica a esa personita que vive en la puerta de al lado!

El fiestero

No saben lo que significa que sea lunes o jueves, para ellos cualquier día es bueno para armar pachanga. Poco les importa que deban entrar a trabajar a las 7am, el tamaño de sus ojeras, echarse dos Red bull a las 5 de la mañana o que ya no estén en sus 20. No acostumbran recoger el tiradero ni bajarle al volumen de la música. Lo odias, pero la verdad es que de vez en vez te mal influencia y terminan brindando juntos hasta las 5 de la mañana.

El enamorado

Te invitó a vivir con él porque pensó que no tenía que hacer absolutamente nada más que convivir diario contigo para que cayeras rendido a sus pies y terminaras enamoradísima/o de él/ella. Ha sido tu fan desde el principio de los tiempos y aparentemente no está dispuesto a dar su brazo a torcer: hará todo lo que esté en sus manos (y su territorio) para lograr su objetivo. Aguas, puede ser peligroso, aunque no tanto: su amor es puro y verdadero.

El invasivo

No sabe lo que significa respetar tu espacio vital. En esos días en que quieres estar contigo mismo, hablando para tus adentros, ahí lo tienes tocando tu puerta, entrando a tu cuarto, acostándose en tu cama o agarrando tus cigarros cuando ni siquiera has dicho “¿quién?” o “adelante”. Lo mismo ocurre cuando tienes una reunión de amigos, son tus amigos, pero quién sabe por qué razón imagina que también son suyos y de repente el grupo tiene que dejar de netear porque el intruso no se va.

El cochinón

Vivir en compañía implica varias reglas, entre ellas mantener los espacios comunes limpios hasta la pulcritud, como tu mente no ha estado nunca. Hay para quienes es una regla no escrita (como aquella de no meterte jamás con los hombres de tus amigas), y hay para quienes es una norma que quién sabe a quién diablos se le ocurrió: “¿limpiar?, ¿yo? Pero si ¡a nadie le molesta que vivamos en la porquería!”.

El ausente

Lo amamos. Es discreto, sabes que llegó porque escuchas la llave abriendo la puerta principal y su mano cerrando la de su cuarto. Sabes que está en casa porque percibes el olor de lo que está cocinando. Sabes que está ahí porque el agua del baño está corriendo, porque la regadera está abierta, porque la lavadora está puesta. No se mete con nadie, y cuando necesita hablar contigo hasta gusto te da.

El cachondo

Sus paredes conservan el eco de los gritos de todos sus amantes. Sus cajones están llenos de condones nuevos y el basurero de los usados. Los vecinos han tocado a tu puerta porque el rechinido de la cama no los deja dormir. Gracias a él/ella has conocido a más personas en el mundo de las que algún día creíste llegar a conocer. Su soltura te divierte. ¡Es un/a héroe/heroína!

El tragón

Abres el refrigerador y está vacío. Quieres servirte un poco del jugo que compraste la semana pasada y el tetrapack no tiene ni una gota. Buscas en tu lugar secreto tu fritura favorita y ya no está. Así es él, siempre está madrugándote tus cosas, y jamás se ha tomado la molestia de reemplazarlas o de pagártelas. O de invitarte cuando está saboreando un banquete suculento. ¿Cómo puedes seguir viviendo con eso?

El buena onda

Quién sabe cómo le hace pero siempre tiene tiempo para escucharte. Tienes un drama y ahí está dándote consejo, tienes una buena noticia y ahí está para celebrar contigo, tienes una preocupación y ahí lo tienes, atento a tus inquietudes; tienes una fiesta, lo invitas y aunque se muera de sueño, aburrimiento o aflicción se corona como los grandes. Si algún día tienen que separarse síguelo manteniendo como amigo.

El ‘luego te paso la renta’

Cuando te mudas con alguien, lo haces porque tienes la seguridad de que tendrás dinero para pagar la mensualidad, los gastos, la comida y que cuentas con todo aquello que implica ser un adulto: efectivo. Nunca falta el que, con la mano en la cintura y la voz indiferente, te dice que pues no le alcanza, que le des chance, que igual en una semana lo junta. Ush.

El hater

Azota las puertas a la menor provocación. Siempre está enojado. Le dices buenos días y te hace caras. Cuando llegas a tu hogar (dulce hogar) resulta que se está peleando con los vecinos. Está enojado con el mundo y tú no lo sabías hasta que te mudaste a vivir con él. Ahora tienes que aguantarte y encerrarte bajo llave para que no te pegue su malavibra o te contagie su odio contra el mundo.