Codependientes, psicóticas, esquizofrénicas. El retorcido cerebro de las princesas Disney.

¿Se han puesto a pensar que las princesas que les han servido de role models también tienen broncas mentales bien intensas? Si no nos creen, les dejamos un bosquejo del perfil psicológico de cada una y sus respectivas broncas. No volverán a verlas igual.

“¡Mami, para mi cumple vísteme de princesa!”, suelen decir las más pequeñas del hogar cuando se acerca el aniversario de su nacimiento. Y ahí andan los papás, mandando a hacer el pastel con la cara de Cenicienta (que a veces más bien parece Lyn May), comprando invitaciones, platos, servilletas y toda clase de chunches inservibles con tal de cumplirle el sueño a la nena.

Así, estas niñas crecen creyendo que de verdad son princesitas porque papi y mami las miman como si lo fueran. ¿Qué pasa después? Que estas morritas malcriadas terminan pensando que nadie las merece, esperan que las rescate algún príncipe azul y terminan creyéndose dueñas legítimas del mundo. Una Lady de Polanco no se hace de la noche a la mañana.

Las princesas Disney no sólo promueven estereotipos de belleza (todas son jóvenes, delgadas y de cutis impecable) sino también de comportamiento: asumen roles de víctima y están a la espera de su príncipe encantado. No están completas sin una pareja y su máxima aspiración es casarse y vivir felices para siempre. Como si quedarse en casa lavando, planchando y cocinando fuera sinónimo de felicidad.

Aquí les dejamos una lista de las principales broncas mentales de las princesas, a ver si siguen creyendo que son el epítome de la felicidad. ¡Ja!

Cenicienta: La psicótica

Cenicienta, al crecer en una familia disfuncional donde es maltratada por su madrastra y hermanastras, desarrolla un cuadro de psicosis como mecanismo de defensa. Así es como “habla” con los ratones y posteriormente con su hada madrina, quien “se le aparece” para alivianarla de su desgracia.

Una de las manifestaciones de psicosis es la esquizofrenia hefebrénica. Esta se caracteriza por el uso de un lenguaje inconexo, carente de significado y el uso de palabras inventadas. ¿Les suena “Salacadula, chalchicomula, bibidi babidi bu”? Pues ahí tienen.

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Blancanieves: La codependiente

Blancanieves es perdonada por un leñador quien la deja escapar desobedeciendo las órdenes de la reina, quien le ordena matarla. Blancanieves desamparada, llega a una casa aparentemente deshabitada y se duerme. Al despertar está rodeada de 7 enanos, quienes la explotan para que barra, lave, plancha y friegue. La agarran de su mucama, pa’ pronto.

Blancanieves es víctima del Síndrome de Estocolmo, caracterizado por desarrollar lazos afectivos con sus captores. Sin embargo, nada la retiene en esa casa, excepto la sensación de no poder valerse por sí misma en el bosque y crea una relación codependiente con ellos. Esta codependencia la transfiere a su príncipe, a quien espera para que la despierte de la maldición de la bruja, su madrastra.

Aurora: La cataléptica

Aurora, mejor conocida como La Bella Durmiente, padece la misma codependencia de los hombres que Blanca Nieves: espera a que su príncipe azul la rescate de su profundo sueño. ¿Pero cómo se conoce a esta sueño profundo punto de vista clínico? Este padecimiento se llama esquizofrenia catatónica y quien lo padece suele tener imposibilidad de moverse.

El grado más alto de este padecimiento es la catalepsia, en el que la persona reduce a tal grado sus signos vitales que parece entrar en un sueño tan profundo que a menudo es confundido con la muerte. Incluso Edgar Allan Poe escribió un relato sobre esto: ‘Enterrado vivo’. ¡Ay nanita!

Ariel: La Rebelde (porque no sigue a los demás)

En general, las princesas Disney tienen problemas con el “no”. Les prohíben tocar la rueca y ahí van y se pinchan. Pero Ariel lleva rebeldía a niveles extremos: Le prohiben nadar a donde hay tiburones y va. Le prohiben subir a la superficie y sube. Le prohiben entrar en contacto con humanos, va y se enamora de uno. Bitch, please!

Desde el punto de vista neurológico, el cerebro de los adolescentes sufre cambios importantes de reestructuración durante esta etapa, una remodelación completa, por llamarlo de algún modo. Las áreas que controlan los impulsos son las que tardan más en reorganizarse y a algunos esto les pega más que a otros. Todo parece indicar que el cerebrito de Ariel nunca terminó de organizarse.

Bella: la zoofílica

No hay nada más qué decir.

Eso sí, hay que aceptar que Disney también ha hecho un par de personajes femeninos muy chidos. Por un lado Mulán, que aunque no es princesa y resultó travesti, sale más fregona que bonita y se convierte en un miembro destacado del ejército chino, salvando a su país de que se lo cargara el payaso.

Tenemos también a Mérida, esta sí, princesa. Mérida tiene un gran talento para el arco y aunque su familia sólo busca casarla, ella decide que es mucha yegua para los jinetes tan chafas que le presentan y se niega a casarse. Finalmente demuestra que su valentía e inteligencia puede más que las costumbres y se salva del matrimonio.

¿Qué tal les pareció este recuento? Ahora ya saben por qué las que van por la vida creyendo princesas en realidad están medio loquitas. Y claro, tampoco falta el que se cree princeso. Compártanle esta nota a todos ellos que tengan este complejo, bajita la tenaza.