La rara sensación de Rodolfo en sus piernas fue su primer brote de esclerosis múltiple. Otro día se paralizó su pierna derecha. Tiempo después sintió una molestia en un ojo. Pensó que era una basurita. Tras 15 días de molestias, decidió atenderse.

El oculista le dijo que el ojo se conecta al cerebro con un nervio recubierto de mielina, cobertura neuronal que se pierde con la esclerosis múltiple. Disminuida esa sustancia, estaba sufriendo un brote de su enfermedad. Rodolfo siguió las instrucciones: tomar cortisona tres semanas. Después, debía someterse a una resonancia magnética para revisar la afectación.

Para algunos científicos, la esclerosis múltiple tiene un componente ligado con el ADN. Cuando el doctor diagnosticó a Rodolfo, nadie preguntó nada. Su madre y sus hermanas se sentían devastadas: su padre había muerto a consecuencia de esclerosis múltiple. Antes que Rodolfo entrara a la primaria, su padre usaba bastón. En la secundaria estaba en silla de ruedas. Los médicos “paliaban” su mal con vitaminas. Contador público, dejó de trabajar en un despacho en el que se sentía muy contento. Su madre, secretaria, sostuvo a sus hijos.

Antes de morir su papá sumaba 25 años enfermo; no hablaba bien, no caminaba ni movía las manos. Tampoco era el primer caso en los Rivera. Su tía padeció la enfermedad, que en su caso avanzó de modo agresivo y fulminante. Tras un proceso de 10 años, sin haber cumplido los 50, murió.