¿Estás deprimido? Para saberlo, haz memoria:
¿qué tanto duermes? Si respondes «muchísimo, demasiado», podrías estar
deprimido; lo mismo si dices «muy poco». Pasa igual con la alimentación:
podrías tener ausencia de apetito o hambre voraz. Mírate al espejo: ¿has subido
de talla, estás más delgado? Cualquiera de estos cambios es síntoma de
depresión. ¿Te sientes más ansioso o más lento? Misma cosa. Una de las
dificultades de la depresión es que cada persona reacciona a ella de formas
distintas. Pero hay varios síntomas que se repiten casi siempre: debilidad
física, sentimiento de culpa o inutilidad, disminución de la capacidad
intelectual.
Mientras más agudos, mayor la probabilidad de que tu tristeza sea
depresión
. Sin embargo, hasta aquí, lo que tienes se llama distimia, y es un
padecimiento menor. Pero hay dos cosas que pueden indicar que tu depresión es
seria: si llevas más de seis meses con profunda e inexplicable tristeza, y si
perdiste la capacidad de sentir placer
o el interés en actividades que antes
disfrutabas, es altamente probable que sí estés deprimido. Última cosa: si
tienes constantes ideas suicidas, estarás prácticamente diagnosticado.

Cada año, 850 mil personas en México compran 86 millones de pastillas para tratar la depresión y la ansiedad. En los últimos cuatro años, la venta de estos medicamentos ha crecido más de 12%. Para muchos, son sólo «drogas legales de entretenimiento».


«No existe una prueba de laboratorio capaz de
diagnosticar la depresión»
, asegura Rosa Niesvizky, psiquiatra. El diagnóstico
surge de un interrogatorio al paciente, y de su historial. Sin embargo, lo que
ocurre en el cerebro sí es químico. ¿Recuerdas los síntomas de los que ya
hablamos? El sueño, el hambre, el apetito sexual, el miedo, la agresión, la
ansiedad, son controlados por un neurotransmisor llamado serotonina. Los
antidepresivos controlan los niveles de serotonina en tu cuerpo
. Entre ellos
están la fluoxetina (del Prozac), la paroxetina (del Paxil) y otros (algunos
incluyen efectos adversos para el organismo; por ejemplo, los inhibidores de la
monoaminooxidasa (IMAO), familia de antidepresivos de la primera generación que
se creó en 1959, prohíben que el paciente coma quesos, embutidos, vinos, y, mal
administrados, pueden resultar peligrosos para la salud).

850 mil personas padecen depresión diagnosticada (dos mujeres por cada hombre) en México.

La historia es distinta con los ansiolíticos.
Estos medicamentos no regulan la serotonina, sino que deprimen el sistema
nervioso central, lo relajan
. Diazepam, Lorazepam y Clonazepam (el nombre
comercial de este último te sonará conocido: Rivotril) se recetan igual para la
ansiedad que para ataques epilépticos; estos medicamentos generan adicción, y
se venden con rigurosa receta médica. Por lo mismo, han desatado en el mundo
médico un fenómeno que la Dra. Niesvizky refiere: «sé de médicos que sin
ninguna ética venden recetas a gente que no necesariamente requiere de los
medicamentos. No los justifico, pero sé que para muchos de ellos es difícil
vivir sólo de ejercer la medicina». La adicción
es, al menos, cuestionable en los antidepresivos;
en los ansiolíticos es clara
. Según Gerardo González Torres, coordinador
médico de Monte Fénix, institución especializada en rehabilitación de
adicciones, «los ansiolíticos como Rivotril, Valium o Tafil, no son malos bajo
prescripción médica.
Pero generan tolerancia. El paciente empieza a necesitar
más y aumenta la dosis por decisión propia. Terminan consumiendo más de lo que
se prescribe y lo combinan con otras sustancias.» En la entidad que González
coordina el tratamiento completo cuesta unos 140 mil pesos.

En muchos casos, y dependiendo del tipo de trastorno, ansiolíticos y
antidepresivos se recetan como complemento
: el ansiolítico para tratar las
crisis, el antidepresivo como salida suave en la etapa media y final del
tratamiento. Pero el cuerpo paga factura: los antidepresivos tienen efectos
secundarios
como náuseas, dolor de cabeza, insomnio, temblor, baja de la
libido, y uno más: ansiedad. A su vez, los efectos secundarios de ansiolíticos
como el Rivotril son alteración en la conducta, somnolencia, dificultad en la
coordinación motriz, y otro, el más común: depresión.