El tiempo pasa, la vida corre y los hijos crecen, pero también las mascotas y, con ellas, la responsabilidad de criarlas. Tal es el caso de los perros, esos fieles y peludos amigos que nos provocan el mismo orgullo que siente un padre cuando ve crecer a sus engendros.

Y en eso de la crianza perruna, hay quienes tratan a sus canes a cuerpo de reyes, lo cual no está nada mal; sin embargo, ¿hasta dónde es bueno consentirlos tanto?, ¿en qué punto el buen trato se convierte en una exageración sin nombre?

Si eres de los que ven al Firuláis no como un animal de compañía, sino como a un hijo de tus entrañas, esta nota es para ti. Aquí te presentamos una serie de señales para identificar que estás malcriando a tu perrhijo, a ese ser lanudo que bien podría pasar como uno de tus vástagos. Comenzamos:

1. Permites que se duerma a sus anchas en tu cama, mientras que tú te conformas sólo con un pedacito de colchón. ¡Y ni se te ocurra moverte de más!, porque entonces sí… ¡Ahí te va la mordidota!

2. El buen cachorro sólo te acepta por comida un par de gringas o una orden de tacos de arrachera. Nada de croquetas insípidas o tortillas remojadas; preferiría no comer a tragar esta basura.

3. Mes con mes, resulta obligada su cita con el psicólogo de perros, quien por medio de una terapia cognitiva conductual (¡ay, güero!), logra apaciguar sus episodios de trastorno obsesivo compulsivo (o sea, la mordedura de chanclas, calcetines y zapatos).

4. Por lo general, tu retoño canino tiene un nombre de persona que lo identifica, puede ser el apellido de algún ex presidente, científico o artista de renombre: Clinton, Newton, Dalí… Nada de naqueces como Solovino o Fido, o esas vulgaridades de ponerle nombre de bebidas como Whisky o Brandy.

5. Gustas de llevarlo a la estética canina con frecuencia para su pintado de uñas, su corte de príncipe valiente y pa’ que le hagan sus respectivas mechas californianas.

6. En época navideña, Santa Claus y los Santos Reyes no pueden dejar de caerle a tu casa con un regalo monísimo para tu cachorrito de 14 añotes (la tercera edad canina). Asimismo, está de más decir que todo diciembre y hasta muy entrado enero, el muy consentido anda con su disfraz de Rodolfo el reno.

7. Nadie puede sentarse en determinado sillón de la sala, so pena de despertar la furia más emperrada que pueda haber, sólo comparable con la de una novia celosísima.

8. Organizas fiestas temáticas para que tu can socialice con otros de su especie, o sea, otros perrhijos. Eso sí, prohibida la entrada a cualquier perra indecente que no cumpla las expectativas.

9. Compras ropa especial, según la temporada del año, para que ese perrhijo tuyo no ande tan desarrapado: gorritas, chamarritas, disfraz de Halloween. ¡Pobrecito!, ni modo que ande “a raiz”.

10. La membresía del spa de perros forma parte de tus gastos quincenales, donde masajean a tu peludo vástago hasta quitarle ese maldito estrés que lo tiene ladre y ladre todo el santo día.

11. Para que el muy lanudo se duerma, debes envolverlo en una cobijita y arrullarlo como si fuera un bebé al que vas a darle el pecho, no sin antes haberlo alimentado y darle sus respectivas palmaditas para que eructe a gusto.

12. Tiene juguetes didácticos del tipo Playskool, pijama de Minions y sueter del Fútbol Club Barcelona, así como huesos de carnaza aromatizados con mentol para refrescar su aliento.

Una vez tratado el asunto, esta nota llega a su final, pero no queremos irnos sin antes conocer tu opinión, ya seas un amo riguroso o un padre afectivo, así que dinos:

¿Qué es lo más exagerado que has visto que alguien ha hecho por su perrhijo?

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