¿Por qué es horrible?

Porque uno tiene que vender su alma al imperio yanqui para que lo consideren sujeto aceptable para ir a gastarse unos dólares en naderías. El trámite es doloroso, caro, y al final tienes una sensación de violación que no se quita ni con una torta de milanesa con doble queso. Horas esperando, un cónsul de mala cara, preguntas invasivas…

¿Cómo alivianarlo?

Pues no hay forma, aquí lo único que queda es la suerte y esperar que te toque alguien buena onda.

Pero sería peor si…

Si también en otros países, como, no sé, Canadá, pidieran la Visa… Un momeeeeeeento.