Andar con un diseñador gráfico debe ser buena idea ¿no? Sabe de colores, sabe de formas, sabe de arte. Retoca fotos padrísimas y seguro que te puede ayudar con algún proyecto.

Además hay tantos, que estamos seguros que en tu círculo de amigos hay alguien que escogió esta carrera. Pero también hay muchas cosas que nadie te dice, así que si estás pensando meterte en una relación con alguno ten en cuenta lo siguiente.

El diseño es un trabajo ingrato

Esto quiere decir que el diseñador queda siempre en la última línea de producción y le piden todo a la mera hora. No te sorprenda que hayas quedado en una cita y digan “es que este libro tiene que quedar mañana” o “es que no me han mandado los datos de la infografía”. A veces, los clientes piden cambios cuando todo está terminado y ahí te van, a hacerlo todo de nuevo. Dependen de los correctores de estilo, de los fotógrafos, de los editores, menos de su pareja ¡así no se puede!

Hay cosas que no se le pueden decir

No intentes hacerle la plática usando los términos incorrectos. No le puedes decir que le quedó padre su “dibujito”: es un diseño. No le puedes decir que te ayude con tu presentación de Power Point porque te dirá mil razones por las que no conviene usarlo. No le digas que le ayude a tu prima con el logo para su fondita porque sacará la calculadora y al final entenderás que no trabaja de a gratis ¡tema tabú!

Habla en un idioma extraño

Tendrás que aprender el extraño lenguaje del diseño cuando lo escuches platicar. Cosas como “ando de malas porque se lo pedí en eps y me lo mandó en cdr ¡en cdr!”, “no entiendo cómo pueden mandar imágenes en 72 dpi y piensen que van a salir bien” o incoherencias como “me tardé porque mi jefa no me daba las curvas” ¡cachetadón!

Gastos de tiempo inútiles

Puede obsesionarse con dejar perfectamente retocada una fotografía… que va a colgar en su muro de Facebook. O puede tardarse toda una noche en hacer un meme que nadie le va a pagar y por el que te canceló la cena (¿no que no trabajaba gratis?). A veces no entiendes cómo puede pasarse horas y horas en la pantalla limpiando los pixeles de una foto que nadie le pidió. Y si le preguntas es porque “está perfeccionando su técnica” ¡ajaaa!

¿En qué se te va tu dinero?

Si te tocó un diseñador freelance (abundan) el dinero llega cuando se acaba el proyecto. Mientras, no habrá mucha lana para salir, aunque ésa no es su culpa sino de los clientes que no pagan. Eso sí, cuando les cae su dinerito lo gastan en playeras que mandan pedir a Estados Unidos, mochilas carísimas de las tiendas de diseño de la Roma o una escultura edición limitada de 2500 pesos.

Están obsesionados por las cosas más extrañas

Hay diseñadores que gustan de ir a exposiciones de arte y es normal. Pero hay otros que se obsesionan con los art toys, serigrafías, legos, carteles rusos de los años 50, cómics o estética de los anuncios de los años 20 (¿?). Son súper fanáticos de artistas finlandeses de los que nunca has oído pero de los que pueden hablar por horas. No lo trates de entender, sólo ámalo.

Te van a cantar el adolorido

La mayoría de los diseñadores que conocemos llevan una vida sedentaria: se la pasan en su computadora (obvio) y de ahí se paran al restirador o al scanner… y ése es su ejercicio del día. La mayoría sufre de dolores de espalda, de columna, de muñeca y de cabeza. A menos que lo convenzas de que se pare de su lugar a hacer ejercicio o que no eche barriga comiendo frituras, hay que estar preparados con una buena dotación de desinflamatorios y vendas.

No nos dejarán mentir: así es la vida de los que tienen un diseñador gráfico como pareja ¿te han pasado estas cosas?

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