Te metes a internet. Buscas sigilosamente algún depa para mudarte, pues vivir en casa de tus papás ya te tiene podrido. Que si debes llegar a las 3 de la mañana, ‘esta casa no es hotel/restaurante’ y ni qué decir de tu pareja. No la puedes invitar a tu cuarto a que se echen un par de tiros libres porque tu mamá les tocará la puerta en cualquier instante.

Pero bueno, lo encuentras. Una habitación, una sala/comedor y una pequeña cocina. Te queda cerca del metro y a media cuadra tienes una avenida por la que pasan los camiones. La renta no está tan violenta y además, está céntrico.

Te lanzas a verlo y te late. Pagas el depósito con tus ahorritos y por fin, *redoble de tambores*: el momento de la emancipación ha llegado.

Te instalas con dos que tres triques que tu mamá te dio chance de que te llevaras. Ah, bendita independencia.

De repente, ¡zas! Escuchas que tus vecinas de arriba lanzan la tapa del escusado a las tres de la mañana. ‘Qué diablos, con las fiestecillas que yo haré, eso será pecata minuta’.

Y aquí, sí, aquí, comienza tu calvario. A la primer fiesta que organizas, tus vecinos se ponen al tiro. Todos. Y por cómo se van desenvolviendo las cosas, te vas dando un quemón del mugrero a donde te fuiste a meter.

Por eso, para que no te tome por sorpresa, te hicimos una breve radiografía de los tipos más comunes de vecinos en nuestra querida capirucha:

Los: mi depa es un búnker

Es ese espécimen que ya sea que esté peleando, cogiendo o hablando lo hace a gritos. No importa la hora, el tema, ni la persona con la que esté. Sus índices de audición parecen ser tan bajos que todo lo quiere arreglar a timbrazos. Claro, a ti te toca chutarte todo su speech a punta de trancazos, pues cree que nadie lo escucha. Avienta sus zapatos al suelo, camina con tacones todo el tiempo, corren…

Los: Asociación Protectora de Animales

Ok, está chido salvar perritos o gatos de la calle. De eso no hay duda, pero achocarlos todos en un departamento de cuatro por cuatro no chambea. La cosa empeora cuando los sacan a aflojar sus tripitas, pues consideran que la cuota de mantenimiento incluye que la persona que realiza la limpieza en el edificio debe recoger sus heces. ¿Neta? Y ni qué decir de los ladridos a todas horas o las garritas que caminan de un lado a otro por el departamento de arriba. Toda una sinfonía.

Los niños Avón

Son esos vecinos emprendedores que quieren sacar una lanita extra y pasan a visitarte para ofrecerte sus productos naturistas, de limpieza, seguros, biblias o hasta reparaciones de computadoras. No está tan mal si no es porque de repente te acosan para que les compres.

Los: mi vida sexual es igual a la de la Cicciolina

Tienen relaciones a todas horas: cuando llegan a comer, en la madrugada, en la noche, los domingos, los días de fiesta, TODOS. Lo cual sólo nos podría causar muchísima envidia de no ser que te despiertan por sus gritos y las sacudidas que le den a la cama. Lo peor de todo es que cuando te los topas en las escaleras o en el elevador se hacen los inocentes como si nada hubiera pasado.

Los: mi retoñito es libre de hacer lo que le dé su real gana

Son personas que quizá tienen un manojo de culpas en la espalda y que permiten que sus críos hagan lo que se les reviente la gana. Berrinches, pataletas, correr en el departamento, en el jardín sin supervisión, dejar sus obras maestras hechas con gis en la entrada del edificio, lanzar globos con agua a las ventanas. Todo les es permitido y claro, el pobre infeliz del departamento de abajo se tiene que aguantar las diferentes formas de expresión de estos niños. Un infiernito.

Los: mi casa es casa de todos

No está mal armar una fiesta tranquila de vez en cuando. Una cenita con los cuates que a veces se puede prolongar hasta altas horas de la madrugada, pero esos zampados que organizan fiestas de miércoles a domingo se la bañan. Uno va amablemente a solicitarles que le bajen a su desmadrito y ya sea que ni te abren la puerta o simplemente te ven con cara de: pabre… pabre ingenuo que cree que le voy a bajar.

Los: soy un chismógrafo

Se saben santo y seña de todo el edificio. Que si el hijo de doña Lupita se fue de la casa y no ha regresado, que si los del 204 van a tener a su tercer chamaco, que si el casero le puso el cuerno a su esposa con la del 101. Sólo ellos son capaces de enterarse de los menores detalles de tus vecinos. Y en realidad, sólo a ellos les interesa.

Los: ¡el pueblo unido, jamás será vencido!

Te pasan a visitar para entregarte amablemente un flyer en el que te invitan a la junta de vecinos que habrá el próximo jueves. Habrá convivio. ¿Uh? ¿Neta? ¿Creen que uno tiene tiempo para ir a convivios después de fletarse 10 horas nalga en la oficina? ¡Nah! Lo que quiero hacer es llegar a mi casa, echarme en el sillón y chutarme alguna serie que esté en la tele. ¿Los problemas vecinales? ¡Que los arreglen los caseros!

Los: no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado

Jamás saludan, jamás intercambian algún comentario contigo. Para ellos no eres nadie y no vale la pena dirigirte la palabra. A éstos pareciera que los exiliaron de alguna monarquía y no les quedó más remedio que instalarse en tu humilde edificio. No pichan ni cachan y, la neta, no te causa el menor conflicto.

Ah, ¿qué tal estas fichitas? ¿Qué otros legendarios personajes habitan en el edificio de ustedes? ¿Podrán pertenecer al almanaque de lo insólito? 

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