“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”
Simone de Beauvoir

Hemos oído cada vez con mayor frecuencia en los medios y en nuestro entorno la utilización de términos como agresión y violencia; sin embargo, a pesar de su amplia utilización, muy poca gente distingue la diferencia entre ambas y la gravedad que implica esa diferencia.

Recientemente dos casos emblemáticos de violencia sexual en Veracruz y uno más cerca del FES en Acatlán en al área metropolitana, se han visualizado gracias a las redes sociales lo que ha permitido que estos ataques se vuelvan del conocimiento público, ejemplificando la dificultad de la víctima para obtener justicia por parte de la autoridad a pesar de existir evidencia al respecto o incluso más grave en el caso de Acatlán, la protección o por lo menos el apoyo de los testigos de la agresión, lo que denota el grado de desinterés, individualismo y la falta de cohesión social que se está apoderando de los ciudadanos.

La agresión es una conducta altamente adaptativa que le ha permitido al ser humano sobrevivir, sirvió para cazar, adaptarse a ambientes hostiles, protegerse a sí mismo y a sus crías y sin duda en el pasado remoto de la evolución del homo sapiens también fungió como la primera fuerza de organización social. El tamaño y la fuerza corporal hasta a la fecha es utilizada por los primates como atributo de liderazgo, tras el cual, el resto del grupo se cobijaba y se organiza.

La diferencia fundamental entre agresión y violencia es que la violencia es una conducta de tipo agresiva que no tiene otra finalidad que el dañar al otro, ni proteger, ni cuidar, ni prevenir, ni hacer justicia, sino simple y llanamente causar el mayor daño posible. Se caracteriza por el uso intencional de fuerza física o poder, en contra de uno mismo, otra persona, grupo o comunidad que puede resultar o tiene alta probabilidad de provocar heridas, daño, dolor, sufrimiento psicológico, falta de desarrollo o privación.

La violencia también incluye actos de pasividad como la omisión o la negligencia en donde una persona y/o autoridad que tiene la obligación de intervenir para proteger a un organismo violentado no lo hace. Toda violencia es agresión mas no toda agresión es violencia.

La violencia puede constituirse en un daño físico y/o psicológico cuyos efectos no son solamente inmediatos, el daño psicológico provoca secuelas que pueden interferir gravemente con la vida de la persona a veces por toda su existencia. Un acto de violencia acrecienta su gravedad dado a que se encuentra acompañada de intencionalidad, esto es, no ocurre accidentalmente. Las conductas violentas no sólo están excluidas del comportamiento normativo social, sino que implican en sí mismas un acto jurídico que puede considerarse legalmente como criminal.

Sin duda en los últimos años nuestro país ha sufrido constantemente la incidencia de una creciente violencia, que se manifiesta en varios aspectos de la vida de los habitantes del país. Esta violencia no surgió mágicamente, ni es producto de un virus que se propaga en el corazón de las personas y los vuelve malvados.

La violencia es el síntoma de la descomposición social, la violencia no surgió, se cultivó y se cultiva en el fértil campo de la pobreza, la falta de educación, la falta de movilidad social, la descomposición familiar, el abandono, la falta de límites y la negligencia parental.

La violencia hacia las mujeres compone una parte importante del cuadro de la violencia. Durante siglos las sociedades organizadas a la masculina, la han menospreciado, segregado y discriminado, rebajándola sólo por su género a un nivel inferior de humanidad.

Los siglos de atraso en equidad de género se siguen manifestando hoy en día. Basta observar en días recientes dos casos de violación femenina en Veracruz, esta acción que constituye en sí misma un acto de violencia, donde las denunciantes deben atravesar un sistema de justicia que las victimiza nuevamente sometiéndolas a interrogatorios, pruebas de laboratorio, maltrato y un largo etcétera, sólo para que la autoridad pueda asegurarse de que no estén acusando falsamente a un hombre, a pesar de tener pruebas de lo contrario.

Estas mujeres no sólo han sido violentadas por los perpetradores de la agresión sexual sino que han sido violentadas por autoridades, que al no proteger a quien están obligados a proteger y al no realizar el trabajo de procuración de justicia que están obligados a hacer, están cometiendo un acto de omisión que genera, permite y solapa la violencia, convirtiéndose a sí mismos en parte del problema de violencia que deberían de erradicar.

La violencia no debe convertirse en algo cotidiano en nuestras vidas, debe ser denunciada y combatida, debe ser excluida de nuestra forma de relacionarnos con nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras amigas, nuestras compañeras de trabajo. Esta denuncia debe de incluir los vergonzosos actos de omisión y los actos de violencia de quienes están obligados a protegernos, porque no hay nada más peligroso para la paz social y la gobernabilidad que un estado omiso, simulando trabajar y simulando justicia y no hay humanidad más incompleta que aquella que no incluye a la mitad de sus integrantes sólo por su género.

*Jefe de Procesos Básicos del Laboratorio de Neurociencias del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.

También checa:

-El acoso a las mujeres (NO) es normal #NoTeCalles

-‘Una #Lady100Pesos mató a mi hermana’