Contenido de la Revista QUO

Por Yolanda Ruiz/ Fotos Joshua Hoffine

La pandemia de gripe es el miedo colectivo más reciente que ha acechado a la humanidad. Le precedió el terrorismo, que gracias al atentado de las Torres Gemelas, se convirtió en un enemigo. A ambos miedos precede el temor más congénito y ancestral: la muerte.

Según el sociólogo español José Antonio Marina, autor de Anatomía del miedo, se trata de un sentimiento y una emoción individual. El psicoanalista Paulo Morfín explica su origen: “el miedo es una reacción natural del ser humano, porque nacemos siendo los seres más vulnerables del planeta. No podemos caminar ni alimentarnos”, empieza.

Aunque es una emoción fuerte, sentir miedo es algo natural, positivo e inherente. Su función primigenia es alertarnos del peligro y las amenazas para asegurar la supervivencia, evolucionar y poder enfrentar distintos retos vitales. Es más, la memoria de las situaciones de riesgo actúa como un antídoto de prevención en contextos similares. Cuando un individuo se ve amenazado siente angustia, inseguridad, temor, impotencia y desconfianza. Incluso se manifiesta físicamente: se acelera el pulso, se dilatan las pupilas y se suda frío. Esta artillería fisiológica prepara para la huida o la lucha, pero cuando el miedo no se puede controlar, asoma entonces el miedo patológico o enfermo.