¿Y este qué?
Pues “este” tenía unos aires de Napoleón Bonaparte. Díaz fue el que trajo el positivismo a México, el afrancesamiento y algunos hechos dictatoriales (como las matanzas en las huelgas de Cananea y Río Blanco) a los anales de nuestra historia. Algunos le guardan estima por reconocerle la modernización del país, otros celebran que se haya ido al exilo parisino porque se engolosinó con la silla del poder.

¿Cómo sería en la peda?
Pues como le gustaban al general: de pipa y guante. Probablemente tendrías que estudiar un poco del manual de Carreño para sentarte en la mesa de Díaz, pero ya entrados en confianza (con los “cognacquitos”) le encontrarías el lado amable: nunca faltaría el vino (francés, por supuesto) y la champaña. El tema de conversación sería algo así como el monopoly pero con muñequitos y estaciones ferroviarias de verdad.