In memoriam, Carlos Pardo (1975-2009)

Carlos Pardo, uno de los más grandes pilotos del país, falleció hace un mes en un accidente de NASCAR México. Ganó la última carrera de su vida, como lo venía haciendo desde la primera, cuando tenía 19 años.

TEXTO: MARCO PAYÁN

Llueve en el cumpleaños de Luciana. Unos 15 niños escuchan canciones infantiles y juegan en un suelo tapizado de serpentinas. El aguacero cede y los pequeños salen al jardín. La niña que festeja dos años golpea la piñata de Minnie Mouse. Sonríe y su madre, Ana Cecilia, aprovecha una pausa entre el “dale-dale-dale” para arreglarle la blusa.
Hace 11 días, Luciana fue por primera vez en su vida a un autódromo, el lugar de trabajo de Carlos Pardo, su padre. Ese domingo 14 de junio, en la pista de Amozoc, Puebla, al ser presentado a los medios la levantó en brazos. Noventa minutos más tarde, al final de la carrera, su papá chocó con el piloto Jorge Goeters y murió.
Rubén, el hermano de Carlos, habla murmurando con dos familiares. Se pone de pie y me hace pasar a una sala contigua al salón de fiestas, donde hay una mesa de billar y una barra para los habitantes de este residencial de Interlomas, el mismo donde Carlos y su familia vivían desde hacía un año.

Sube sus gafas oscuras hacia la frente: veo sus ojos rojos, el gesto extenuado.
—¿Cuál es la primera imagen que tienes de Carlos? —le pregunto.
No lo duda. Viene a su mente un Día de Reyes de inicios de los 80, cuando de niños vivían con sus padres en Vigo, España. Carlos vio que a él, su hermano cuatro años menor, le habían regalado una moto. De inmediato Carlos apartó a Rubén y se montó.
—Quería demostrar que por ser el mayor la iba a usar primero —responde con la voz cortada, mirando al suelo.

AMIGOS DE MOTOS

Con siete años, Carlos montaba en las banquetas de Santa María La Ribera, su colonia, una motito que le armó su papá. Los fines de semana, José Manuel Pardo, empresario nacido en Zacatecas hijo de un inmigrante de la Guerra Civil española, solía bajar de su casa y llevar a Carlos y Rubén, sus pequeños hijos, al Autódromo Hermanos Rodríguez. Ahí corría motos.

En aquellas carreras, José Manuel conoció a la familia Goeters, cuyo padre de familia, Michael, también competía. El pequeño Carlos convivió con Jorge Goeters, un chico seis años mayor que él, y con Patrick, cuatro años más grande.

Los hijos de las dos familias veían correr a sus papás en sus motos de pista. Entre vehículos y mecánicos jugaban con herramientas, bromeaban, se correteaban. Para los Pardo y los Goeters, los sábados y domingos eran una fiesta.

La alegría se suspendió en 1983, cuando el papá de los Pardo sufrió un percance en un movimiento con su motocicleta. El manubrio impactó su casco, lo rompió y un pedazo de plástico dañó su ojo izquierdo. El médico diagnosticó “catarata traumática”. «No veía», me explica José Manuel.

Poco más tarde, él y su esposa Purificación decidieron mudarse con Martha, la hija mayor, y sus dos varones, a la ciudad española de Vigo, donde vivía su suegro. Aunque se encargó de una concesionaria Porsche, el padre de familia dio a las carreras un impasse: el accidente vehicular había dado un mal aviso.