Se reunieron en los Estados Unidos los presidentes Felipe Calderón y Barack
Obama. ¿Para qué? Para regañarse mutuamente. Porque hace cuestión de unas semanas, un agente fronterizo estadounidense fue asesinado en territorio mexicano. Por narcos, claro que sí.

Y entonces Estados Unidos, evidentemente, que se enoja y trata de ver qué demonios puede hacer para controlar un poco el baño de sangre de su vecino del sur. Además, arma a todos sus enviados de inteligencia y militares presentes en territorio mexicano. Pipe Calderón, en cambio, llevaba algunos días hablando duro en contra del embajador gringo en México, Carlos Pascual, por su falta como coordinador institucional entre ambos países y algunas declaraciones dadas a WikiLeaks. Desde hace años que un presidente mexicano no se pone tan punk contra un enviado diplomático.

Aunque la cumbre entre ambos mandatarios se dio, oficialmente, para "seguir la agenda bilateral", no se llegó a ningún acuerdo en cuanto a políticas de seguridad, migratorias o las referentes a los asuntos del mariachi y el hot dog. Fue un buen paseo, pues’n.