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Cuando jugábamos maquinitas en vez de videojuegos

Eres bien vago Cuartoscuro Eres bien vago
20 de julio de 2015
Por    Carlos Tomasini (@carlostomasini)

A inicios de los 80, hicieron su aparición en farmacias, tienditas, papelerías y hasta zapaterías de la ciudad unos grandes muebles construidos de madera y cristal que en su interior tenían una televisión y una consola de videojuegos. Los niños y adolescentes que disfrutaban de ellas las conocían con el nombre de “maquinitas”. 

Las maquinitas ofrecían, primero en blanco y negro y luego a color, la posibilidad de jugar icónicos títulos como el famoso Pong (el de dos pequeñas barras que tenían que pegarle a una pelotita) o el Outlaw, que era un duelo entre vaqueros separados por un cactus y que, dicen, fue el primero en incluir personajes “humanos”.

Las más “modernas” permitían jugar Pac-Man, Space Invaders o Asteroides, y era común que los chavos de la colonia se reunieran en la tiendita donde se encontraban para jugar durante horas y elevar las ventas del local en donde se instalaban, ya que el refresco o las papitas completaban la experiencia del videojuego.

Las maquinitas funcionaban al introducir monedas de circulación normal. Algunas de a peso, de esas grandotas que tenían a José María Morelos; después con monedas de a cinco pesos, que tenían a Quetzalcóatl, y después, durante muchos años, con las monedas heptagonales de 10 pesos que tenían la imagen de Miguel Hidalgo (sí, no eran redondas, tenía siete lados).

El mecanismo con el que funcionaban estas maquinitas era muy simple: se modificaba la consola –generalmente una Atari 2600- para que iniciara el videojuego mediante un alambre que caía al sentir el peso de la moneda (bueno, no era tan sencillo).

En esa época, muchos que hoy son fanáticos o hasta algunos gurús de los videojuegos eran considerados “vagos”, ya que eso de pasar horas jugando y gastando dinero no era muy bien visto; inclusive, había veces que hasta se hacían redadas en locales comerciales donde había maquinitas. 

  • Foto: Cuartoscuro
  • Las chispas

    En los 80, las fronteras de México estaban cerradas a las importaciones, por lo que prácticamente la única forma de adquirir una Atari o un Intellivision era mediante la fayuca, por lo que el acceso a éstas no era sencillo; así que jugar videojuegos en la calle era una práctica común.

    A mediados de los 80 se popularizaron en la Ciudad de México “las chispas”.

    Tomando como ejemplo los Arcades de Estados Unidos (es decir, los locales que suelen estar ubicados en centros comerciales en donde los amantes de los videojuegos asisten a jugar), a mediados de los 80 se popularizaron en la Ciudad de México “las chispas”, que era el nombre comercial de uno de estos lugares, pero que rápidamente se convirtió en un nombre genérico (como los Kleenex a los pañuelos desechables o Pritt al pegamento de tubito).

    Había Chispas en centros comericales como Plaza Universidad o Plaza Satélite, y en este último había otro “chispas” icónico, el Pennyland, que eran competencia directa, pero en realidad no había gran diferencia entre ellos.

    Pero el “chispas” que sí marcaba diferencia era uno que estaba en el castillo del “reino infantil” de Reino Aventura, que además era el símbolo de ese parque de diversiones (no te hagas, bien que te acuerdas que es donde hoy está Six Flags).

    Había otros chispas más guerreros en los alrededores de la Glorieta Insurgentes y uno también muy popular en el Metro Chapultpec; en estos dos no había mucha cabida para los fresitas, pero igual se les veía a veces por ahí.

    Las maquinitas del “chispas” eran más caras que las maquinitas de las tienditas.

    Las maquinitas del “chispas” eran más caras que las maquinitas de las tienditas. De entrada, aquí no se jugaba con monedas, sino con fichas que comprabas y que estaban especialmente diseñadas para cada local (igualito que ahora, pues). Un juego normal costaba unas dos fichas, que al inicio eran unos 40 pesos, pero debido a las constantes devaluaciones de esos años, llegaron a convertirse en algunos miles de aquellos viejos pesos.

    En los chispas había refrescos y helados, así como papas y pastelillos, todo dependía de a cuál fueras; en otros había chavos vendiéndote las fichas y era común ver a algunos especímenes que, cuando veían que no podías pasar de nivel en algún juego, te ofrecían su ayuda para que lo superaras a cambio de que él jugara un rato gratis. 

  • Foto: Cuartoscuro
  • A finales de los 80 y hasta a inicios de los 90 era todo un ritual ir al chispas, era una parada obligada en todo paseo en el centro comercial, y la única oportunidad para muchos de jugar grandes novedades mundiales de la época, como Street Fighter, o la última versión de un clásico, como Donkey Kong, ¡y con los mejores gráficos!

    Pero para los que no eran expertos la diferencia entre jugar maquinitas en la calle o jugarlas en las chispas era que, si eras de los primeros, eras un vago, pero si eras de los segundos, eras un fresita.

    Las maquinitas y las chispas formaron a toda una generación de gamers.

    Lo que sí es cierto es que las maquinitas y las chispas formaron a toda una generación de gamers que seguramente hoy gustan de tener las mejores consolas y juegos en casa… ¡o inclusive ya heredaron a sus hijos el gusto por los videojuegos! Aunque nunca le confiesen a sus críos que ellos pasaban horas jugando Asteroides en una papelería mientras se comían unos Churrumais acompañados de un refresco de toronja directamente desde una botella de vidrio, y que, en una de esas, ahí conocieron a la que hoy es su mamá.

    ¿A ti te gustaba jugar en maquinitas de la calle o en el chispas del centro comercial?

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