En todas las familias siempre hay uno así: ese personaje que todo lo sabe y todo lo ha experimentado; dice ser más sabroso que la cumbia, más picoso que el chile, más carita que el mejor galán de Hollywood; rifado como nadie, masca tuercas, chifla recio y no le saca ni al peligro, y lo mejor: le gusta platicar sus experiencias nada más por convivir, aunque sus cuentos sean exagerados o francamente inverosímiles.

Por ello, porque todos conocemos uno o llevamos uno dentro (¡ay!), a continuación te presentamos al mitómano en sus diferentes tipos, un catálogo de mentirosos cuya desbordada inventiva es digna de los guionistas más eximios del cine y la telera. He aquí nuestra clasificación:

El Todas-mías

Se autodefine como descendiente de don Juan y como la versión ultramoderna (corregida y aumentada) de Mauricio Garcés, pues, según él, se liga a todas las féminas habidas en el orbe: güeras, núbiles, decrépitas, morenazas gordibuenas, simpáticas, hórridas o desnutridas… incluidas sus primas, sus vecinas y su suegra. Sin embargo, nadie le conoce ni siquiera una “amiguita de confianza”.

El Rokefeller

Tiene más dinero que todos los magnates juntos, propiedades, autos, empresas, yates, servidumbre y hasta esclavos que le rascan su minita de cacahuate. Asegura que tiene inversiones en la bolsa de valores, aunque el frío se le cuele por la bolsa trasera del pantalón (más bien por la rendija) y en la cartera no traiga más que tarjetas del metrobús sin saldo.

La Socialité

Conoce a todas las celebridades y se tutea con los famosos del mundillo de la farándula. Que si una estrella de la cantada… que si un primer actor… ¡Ella los conoce! Es comadre de la prima de la suegra del ex manager de OV7 y le ha leído los granos del café a la mamá de Yuri (¡guácala!). Pero en la vida real, no la conocen ni en su calle.

El Honoris causa

Estudió seis licenciaturas, cuatro posgrados, seis posdoctorados y tres ingenierías en todas las áreas del saber, desde física cuántica hasta repostería erótica, pasando por cada una de las ciencias ocultas. Políglota de nacimiento, es capaz de traducir al chichimeca los libros de la antigüedad sánscrita y grecolatina, aunque entona las rolas de los Bicles en perfecto washa-watso-máder-fuquin-yeah!

El Campeón sin corona

No hay para el trompo nadie mejor que él (no le ganan ni a comer frijoles); se ha enfrentado a cinco malandrines al mismo tiempo y les ha atizado sendas madrinas él solito a mano limpia. Ni Chuck Norris ni Sylvester Stallone, ni Valentín Trujillo o Sergio Goyri se le igualan (si acaso, Mario Almada). Su gancho patentado al hígado (qué Pacquiao ni qué Canelo) es el terror de miles, aunque a la hora en que comienzan los trancazos nadie sabe dónde encontrarlo.

La Devora-hombres

Todos, sin excepción, quieren con ella: su jefe, su mejor amigo, su profe, sus seis compañeros de oficina, el conserje del edificio, el señor de la basura, su cuñado, su sobrino… Ha reformado a uno que otro gay y varias lesbianas se le han insinuado; los perros la miran con lujuria, y los pájaros… ¡también! Bueno, eso dice, pero todo mundo sabe que para cuzca y suripanta, nomás ella se pinta sola.

El Milusos

Sabe desde cambiar un foco, hasta configurar un reactor nuclear, pasando por destapar la cañería de las viejas (pero bonitas) construcciones y restregar la brocha gorda en columnas de alabastro. Lo que nadie sabe es que su habilidad inusitada para reparar automotores la adquirió mirando el laureado filme El Mofles y los mecánicos; mientras que su destreza para la albañilería la obtuvo de Alfonso Zayas, cuando lo vio echar el tirol planchado en El día de los albañiles.

La Trotamundos

Ha recorrido el mundo entero y no precisamente en ochenta días. Su insaciable actividad turística la ha llevado a conocer todos los resquicios de los cinco continentes: París, el Tíbet, Estrasburgo, el Sahara, Nueva York, MiNezota, Uruapan, Tepetongo… Su visión cosmopolita fluye como el Nilo por su amena plática, en la que sus trips son el principal y único atractivo, aunque en la realidad, sus únicos viajes son producto de sus adicciones al perejil sin desinfectar y a la maciza.

En fin, después de este catálogo de habladores y farsantes, en honor a la verdad y dicho sea de paso, la más grande de todas las verdades es que hay mentiras blancas y otras crueles, pero total, si es para pasar el rato, qué más da… ¿o a poco tú nunca te has echado una larga, o sea, uno de estos cuentos para impresionar a alguien? ¡Ya ves que sí!, ¿no? ¡No mientas por convivir! O entonces dinos, ¿qué tipos de mitómano conoces?

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