La historia de Coyoacán como centro turístico puede dividirse en tres etpas distintas: primero, fue una zona de retiro y descanso para algunos conquistadores españoles (cansa aquello de matar indios), para después, entrado ya el siglo XX, volverse un lugar de paseo familiar. La etapa que quizá identifiquemos con el ahora, la del bazar artesanal, intelecturlaes de café y bares de medio pelo, data apenas de los años ochenta.

32683Parroquia San Juan Bautista

Parroquia San Juan Bautista (Cassandra Guti?rrez)

La prehistoria de Coyoacán puede visitarse en la enorme catedral que viste el Jardín Hidalgo, que por dentro es infinitamente más interesante que por fuera. Se dice la Parroquia de San Juan Bautista. También podemos virar a la izquierda y observar el edificio delegacional con su kiosko acompañante, un lugar feliz de juegos infantiles que ofrece seguridad extrema: los encierran ahí.

De principios de siglo (exageramos, por no jugamos a ser historiadores) encontramos dos hitos culinarios, ahora del lado del Jardín Centenario. Son los Helados Siberia y los esquites de a lado (cuyo nombre, creo, ni los dueños conocen), que consumaron la leyenda del paseo coyoacanense para toda familia chilanga(.com). Ahora hay más helados y más esquites en oferta, pero tengan por seguro que hablamos de los originales.

32684Fuente del Jard?n Centenario

Fuente del Jard?n Centenario (Cassandra Guti?rrez)

Finalmente, los lugares que dieron a Coyoacán su fama bohemia: en el mismo primer cuadro, encontramos el famoso bar El Hijo del Cuervo y, en su esquina opuesta, la librería y café Parnaso.

El Hijo del Cuervo fue una brillante y original creación del poeta Alejandro Aura, allá por los ochentas, donde se podía beber y a la vez presenciar obras de teatro, lecturas, pastorelas, presentaciones de todo tipo. No había en México lugar que se le pareciera (ahora que pululan) y, aunque ya no figure como centro cultural, vale la pena visitarlo por el mito. A él debemos, por ejemplo, el inicio de la carrera de Andrés Bustamante. Ahí nomás.

El Parnaso sufre lo mismo. Ahora es una pobre (muy pobre) librería y café, pero en su momento llegó a ser de los centros de reunión para artistas e intelectuales más importantes del país. Su fundador, Mauricio Achar, después crearía Ghandi. Ahí nomás.