El guateque más tradicional de los mexicanos es, ni duda cabe, el bodorrio. Ya por la iglesia, ya por el civil, sean bodas de oro o más bien de bronce, resulta difícil prescindir de los rituales que hacen del arrejunte el pretexto más idóneo para celebrar.

Así que si estás pensando en echarte la soga al cuello, considera que debes tener todo lo necesario para realizar el casorio de tus sueños. Aquí te ayudamos con algunas sugerencias.

Las invitaciones

Lo primero que se manda a hacer son esas tarjetitas de papel satinado, con los nombres de los tórtolos y el anuncio de tan magno evento (siempre en dorado y con letra estilo diploma de salida de sexto): “Yesenia Oyuki Posas Bustos y Kevin Damián Loyo Prieto se congratulan en invitarlo a la recepción con motivo de sus nupcias”. No olvides que la convocatoria lucirá más pomposa si colocas los nombres y apellidos de los demás involucrados: papás, suegros y padrinos.

El salón

Debe ser muy especial, con luces por todas partes y adornado con globos de color blanco en el techo; al centro de la pista, una bola de espejitos estilo discoteque, así como una cajita que eche humo (con aromas a nardo xochimilca y a brócoli de Santa Fe), cuando suden las carnes de los invitados en pleno éxtasis dancístico.

Los centros de mesa

Nunca está de más ese detalle de buen gusto que, al final de la velada, se disputarán a muerte las seños y señitos (en una lucha encarnizada). Dos cisnes besándose en forma de corazón, tamaño caballito de Reforma, o una Venus de Milo con chichis de cristal en repujado fino pueden ser buenas opciones.

El carruaje

Si necesitas dejar constancia irrefutable de tu glamour, no hay mayor gesto de finura y de caché que llegar al salón trepados en un coche alquilado: ya sea carcacha de tipo los intocables, o bien, un tanque-anfibio-limusina. Ahora que si no hay un presupuesto holgado, la cazuela de perro de tu suegro (o sea, “su nave”) quizá resulte original y, por qué no, muy retro (¡ay, ajá!).

Los recuerdos

En estos casos, lo mejor y más apreciado por los invitados (¡todo un clásico!) es un vaso largo y flaco, serigrafiado por los genios exclusivos de Santo Domingo: “Recuerdo de nuestra boda. Ignacia y Medardo”. Esto puede ir acompañado de una oración a Dios en tipografía del siglo XIX y de tamaño ilegible para mayor solemnidad.

Los pajes

Éstos deberán ser los más sotacos y amaestrados duendes de la estirpe familiar, pero eso sí, los más tiernos y portados, pues tienen una misión escrupulosa, delicada y peliaguda: levantarle a la novia esa cola enorme que se extiende del altar hacia el infinito y más allá. El chiste es que sepan guardar la compostura en la ceremonia religiosa, aunque en la fiesta se la pasen patinando de rodillas a través de la pista de bailongo.

El conjunto musical

Es indispensable que se sepa las de Caballo Dorado (la calmada y la rápida), el “popurrí de Timbiriche”, alguna de la Sonora Dinamita (de preferencia, la de “qué bellos son tus celos de hombre”) y la de “pepé-pepepepé pepé-pepepepé” (sí, ésa como brasileña ritmo disco-samba que sirve pa’ decirle a los invitados que ya se larguen a sus casas).

La ‘Víbora de la mar’

En toda pachanga de esta envergadura, es de sumo valor folclórico hacer la típica serpiente (primero las damas, luego los caballeros) para correr debajo del arco matrimonial y, de paso, darle sus llegues a la novia o al novio, como pa’ tirarlos y que se deslomen, o en una de ésas para desnucarlos. Con el fin de sobrevivir a esto, no estaría mal contratar a una persona que la haga de doble y aguante la embestida de los cuñados iracundos y de las primas celosérrimas.

El bullicio y el placer

Por último, cabe decir que no hay boda perfecta sin un ambiente adecuado: ex novias ardidas, tíos borrachos, primos despechados, concuñas ofrecidas… Familia contra familia en una animada competencia de porras: ¡arriba el novio!, ¡arriba la novia! (¡como se acomoden!), “el mariachi loco quiere chupar”, “ya se casó, ya se amoló”, “queremos pastel, pastel, pastel”… Lo mejor de todo: la duna de piel (también llamada “luna de miel”) y el sabrosísimo recalentado.

En fin, después de este inventario por demás minúsculo, ¿sigues pensando en dar el “sí”? ¡Es-tu-pendo! Pero entonces dinos: ¿cuáles son tus ideas para un bodorrio sensualmente exquisito?

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