Pasan las décadas y muchas leyendas urbanas permanecen o se mejoran con el tiempo, pero hay algunas que en verdad generan nostalgia para los que vivieron en los 70, 80 o 90 (y no es spot de estación de radio “oldie”).

Así, hubo miles de personas que vieron al mismo tiempo cómo un comensal encontró en su comida un diente de ratón cuando estaba en un restaurante de hamburguesas, o millones fueron temerosos al cine para que no se contagiaran de sida.

Aquí hacemos un repaso por algunas de estas leyendas urbanas que (como toda leyenda urbana) nunca se comprobaron y que, aunque hay personas que aseguran que fueron testigos del hecho, para que eso fuera cierto deberían haber pasado en televisión nacional con unos 40 puntos de rating.

Un ojo en una botella de refresco

“Se estaba tomando una botella de Pepsi/Coca-Cola/FiestaCola (si tienes más de 40 seguro te acuerdas de esta última marca), ¡y hasta abajo le salió un ojo!”. Esa frase era común en muchas conversaciones setenteras y ochenteras en las que se aseguraba que todo un globo ocular permanecía oculto en las oscuras aguas de un envase de refresco de cola.

La primera duda sería cómo le hicieron para que cupiera el ojo intacto en una botella de vidrio (hasta antes de mediados de los 80 no había refrescos nacionales en envases de plástico), y la segunda sería que, si todos conocían a alguien que hubiera sido testigo del hecho, la persona desafortunada debería estar deleitando su bebida en un foro como 10 veces más grande que el Estadio Azteca.

Como todos lo vieron en lugaes y momentos diferentes, además de que la marca del refresco nunca coincidía, eso hubiera revelado que se trataría de un atentado terrorista o que era obra de una especie de asesino serial, quien burlaba los controles de calidad de las embotelladoras para cometer este salvaje hecho.

El diente de ratón en una hamburguesa

“De repente, la chava se puso a gritar. Y que me acerco para ver qué tenía y, no me va a creer, vi que en la hamburguesa había un diente de ratón”. Esta anécdota todavía es contada hasta nuestros días por taxistas y uno que otro tío durante una reunión familiar.

Una de las cosas más increíbles de quienes relatan esta historia es que, además de haber estado en un restaurante de comida rápida –un Burger Boy, un Tomboy o el del pollo elaborado con la “receta secreta”- en el momento justo donde pasó, también hicieron gala de sus profundos conocimientos especializados en roedores para identificar de sólo un vistazo que el objeto encontrado se trataba de un diente de ratón, el cual fue inicialmente identificado por la gran visión de la supuesta chava que se lo encontró, porque los dientes de ratón son más bien pequeños.

Las tres primeras películas de ‘Star Wars’

“Antes hubo tres películas de ‘Star Wars’, pero en México no las pasaron. Mi primo que vive en Estados Unidos me dijo que ya las vio!. A mediados de los 80, cuando las videocaseteras formato betamax invadieron los hogares mexicanos (básicamente porque los gringos no las quisieron y nos las mandaron para acá como fayuca), una de las primeras películas que se volvieron populares en los videoclubes piratas (que dominaban el mercado antes de la llegada de los Videocentros) fueron las de la trilogía de “La Guerra de las Galaxias”, y en alguna descripción de esos videocasets decía que en realidad estas eran los capítulos 4, 5 y 6.

Esto hizo que corriera el rumor de que las primeras películas ya habían sido filmadas (lo cual sucedió hasta fin de siglo) y que muchos conocían a personas que ya las habían visto. En esa época, la globalización era un sueño, por lo que decir que algo había pasado en alguna tierra lejana, como Estados Unidos, equivalía a que era imposible corroborar la información.

Los chicles con droga de las estampitas

En los 70 y parte de los 80 fue una novedad muy popular en México coleccionar “estampitas”. Las había de todo tipo, desde los personajes de Chespirito o de “Star Wars”, hasta de “Los Ángeles de Charlie” o de “El Hombre Nuclear”. No tenían adhesivo como las de ahora, eran como el doble de grandes y estaban impresas en una especie de cartón.

Cada sobre de estampas solía traer de regalo un chicle (si eran importadas) o una calcomanía (si eran nacionales) para hacer más atractiva su compra, pero de inmediato hubo gente que aseguraba que esos productos contenían una especie de droga que volvía adictos a los niños.

Así, cuando veías a un compañero que se pegaba esas calcomanías en la mano o se atrevía a comerse uno de esos chicles, pensabas que era muy valiente o mejor te alejabas de él.

Uno de los casos más sonados (porque hasta llegó a los noticiarios de la época) fue el de los Garbage Pail Kids, que eran unas estampas que parodiaban a los muñecos de Cabbage Patch Kids mostrándolos con malformaciones o desintegrándose de formas grotescas, ¡por lo que resultaban sumamente atractivos para los chavitos! Nunca se comprobó que el chicle o los cromos tuvieran alguna droga, pero había testimonios de personas que aseguraban que sus hijos habían experimentado extraños cambios al entrar en contacto con este producto.

También decían lo mismo de unos dulces que traían una estampa que podía colocarse como un tatuaje temporal y hasta hubo un capítulo de la telenovela Carrusel al respecto.

La muerte de Luis Miguel

Durante algunos años (en realidad fue como un par) en la década de los 90, Luis Miguel, después de haber sido una de las mayores estrellas de finales de los 80, dejó de aparecer en público, no grabó discos y nadie sabía nada de él. Esta extraña ausencia alimentó un rumor de que “el Sol” (como le decía Raúl Velasco) había muerto; inclusive, alguna revista amarillista de la época publicó una borrosa foto de alguien que, aseguraba, era el mismísimo cantante conservado en una cámara de refrigeración.

Esto coincidió con el lanzamiento del primer disco de Cristian Castro (el de “no podráaas… olvidaaar…que te améee… como yo nuuunca… *bueno, ya*), por lo que en las prepas siempre había alguien que aseguraba que su tío que trabajaba en Televisa le había dicho que habían impulsado la carrera del hijo de la Vero Castro para suplir el gran espacio que había dejado Luismi con su muerte.

A menos que el Luis Miguel que sigue llenando el Auditorio Nacional y que cancela presentaciones sea una especie de holograma o zombie, esta teoría resultó ser falsa.

Los hielos adulterados de la disco

Este es uno de los mitos noventeros que sí son científicamente posibles y que hicieron que muchos asistentes a las discos (todavía le decían así a los antros hasta inicios de los 90) prefirieran pedir botellas en vez de vasos.

Se suponía que los famosos “hielos de éter” contenían una sustancia que hacía que las personas se pusieran eufóricas y siguieran consumiendo gracias a que se enfiestaban fácilmente; sin embargo, se le solía agregar una larga lista de efectos, entre los que se contaban mayor deseo sexual, somnolencia y pérdida del conocimiento, por lo que también era un buen pretexto para al día siguiente decir “te juro que me puse así porque me pusieron algo en los hielos”.

Lo cierto es que en la mayoría de los casos en los que se comprobó algún efecto en personas que habían bebido en los antros que se señalaban, éstos se debían a que a las víctimas les habían servido alcohol adulterado.

Las aguja con sida en el cine

Aunque existen casos en los que se asegura que hay personas que se contagiaron de VIH con una aguja, la mayoría ha sido en personas que se dedican a atender medicamente a pacientes.

Lo cierto es que existen pocas posibilidades de que el sida se contagie mediante una aguja, pero este mito se difundió debido a que, cuando el mundo conoció el sida en los 80, se registró un alto número de casos en personas que se inyectaban droga compartiendo jeringas. También algunas versiones indican que el sida llegó a Estados Unidos mediante una enfermera que se había pinchado un dedo con una aguja mientras atendía a pacientes con este mal.

Ojo, no quiere decir que no pueda pasar al 100 por ciento, pero picarse con una aguja no es una forma común de contraer esta enfermedad.

La leyenda de que en los cines había personas que se habían contagiado de VIH debido a que se se pincharon con una aguja colocada en la butaca de un cine fue una de las primeras que se difundieron masivamente por correo electrónico, aunque el mito proviene de unos años atrás.

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