Se llama Liliana Díaz, es abogada y tiene 38 años. Siempre ha tenido un carácter duro, sin embargo, su personalidad para algunos brusca se recrudeció todavía más por haber sido una joven obesa. Más allá de las burlas y de la discriminación de la que son objetos las personas son sobrepeso, su salud también sufría: le dolían las articulaciones, caminar o subir escaleras era una verdadera tortura.

“Cosas que para la gente son totalmente triviales para mí eran terribles, veía escaleras y me ponía de malas. Todo el tiempo estaba enojada. En mi trabajo los contactos para conectar los aparatos eléctricos están a nivel de piso y agacharme a conectar algo era horrible. Tallarme los pies al bañarme también. Llegué a pesar 140 kilos. Afortunadamente no llegué a problemas como hipertensión o diabetes”.

Cuando Liliana —“Lolis”, como la conocen sus amigos—, se dio cuenta de que su vida no podía seguir así, comenzó a informarse sobre intervenciones quirúrgicas que pudieran ayudarla con su problema. Fue entonces que evaluó las diferentes opciones que tenía y se decidió por la manga gástrica.

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La operación

“La diferencia con el bypass es que ahí te recortan un pedazo de intestino y puede haber problemas con la absorción de nutrientes. Hay otro procedimiento, que se llama banda gástrica en la que te ponen una especie de cinturón sobre el estómago y es algo reversible. Pero lo que yo me hice no tiene marcha atrás. Me cortaron un pedazo de estómago y me lo dejaron más o menos del tamaño de un plátano”.

Cuando le pregunto cómo es este procedimiento, recuerda: “es una cirugía que te hacen con unas tijeras especiales que al mismo tiempo que van cortando te van lanzando grapas. Te llenan el estómago de dióxido de carbono y luego te lo drenan. Un poco de eso se te va temporalmente a los hombros y duele mucho. A mí no me podían ni tocar”.

Sobre la convalecencia, afirma que fue corta: al siguiente día abandonó el hospital por su propio pie. Decidió hacérsela en diciembre por vacaciones y cuando regresó al trabajo aunque no había perdido todo el peso que ha eliminado hasta ahora, sin saberlo, era ya otra persona.

Cuidados especiales

“La operación me la hice en diciembre de 2012 y desde entonces he perdido 60 kilos. He tenido los resultados que todo obeso quisiera tener, pero también deben saber que hay medidas especiales que deben seguir. Yo fui a talleres de alimentación y también a terapia psicológica. Esto último es fundamental, porque el cerebro es muy traicionero”.

“¿Qué problemas trataste en terapia?” le pregunto. Ella me dice: “te ayudan a que dejes de pensar en ti misma como una persona obesa. Yo me sorprendo a mí misma diciendo “nosotros los obesos” y ya no lo soy. A veces lo que veo en el espejo no corresponde con la imagen mental que tengo de mí y es importante que te apoyen psicológicamente para eso. Suelo,por ejemplo, pararme de la cama como lo hacía antes, rodándome, hasta que me doy cuenta de que ya no lo necesito”.

La vida después de la operación

Hoy Liliana es otra. Bañarse para ella ya no es una tortura, es un placer. Cosas que antes eran un problema, están en el olvido. Ya no cabía en los cines ni en los asientos del transporte público. Cuando va al antro lo disfruta, brinca y baila, lo disfruta de verdad. Nunca dejó de salir a divertirse, pero cuando llegaba a un lugar sólo se sentaba y se ponía a beber.

“Llevaba la vida de una discapacitada. Ahora estoy muy contenta. Los hombres me voltean a ver, para ellos ya existo. Me siento segura al usar una prenda. Nunca recibía cumplidos como ‘qué bien se te ve eso’. Aunque claro, ahora las mujeres me ven como parte de la competencia. Eso puede parecer banal, pero ayuda mucho a la autoestima. Es triste que las sociedades sean tan superficiales y se rijan por la estética. Esta cirugía yo me la practiqué para que mi vida dejara de ser un martirio y lo logré, no fue por estética. Hoy soy una mujer feliz”.

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Los costos

Liliana reconoce que una intervención como ésta, practicada por un buen médico y en un buen lugar, es costosa. Le costó alrededor de cien mil pesos, entre gastos de quirófano, los honorarios del cirujano y las tijeras especiales que tuvieron que comprar para su cirugía. Sin embargo dice también que valió cada peso. Pero recomienda hacerlo en un lugar confiable y además seguir todos los pasos necesarios para bajar de peso.

“No hay pastillas mágicas ni dietas que en automático te resuelvan el problema de obesidad. Muchos de los obesos lo somos por problemas psicológicos. En terapia yo encontré que un suceso traumático a mis nueve años me llevó a ser una mujer obesa. Si se someten a la operación pero no acuden a terapia ni cuidan su alimentación, no les va a resultar. Conozco casos de dos hombres que se hicieron la misma cirugía que yo y no han bajado ni un kilo, porque pensaron que operándose iba a quedar todo solucionado y jamás acudieron al psicólogo ni ajustaron sus hábitos”.

Liliana me envía fotos para documentar el cambio y los resultados saltan a la vista. Cuando le resalto su valentía por no proteger su identidad en un tema que puede prestarse a burlas, ella me dice: “me gustaría que la gente lo leyera, se informara y si está en sus posibilidades económicas, les aconsejaría a ojos ciegos practicárselo, por supuesto, en un lugar seguro. A mí me cambió la vida. Todos tenemos derecho a la felicidad”.

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