No recuerdo si Peter Greenaway o algún otro director de renombre tenía un pequeño cortometraje documental de título Ventanas.

Cuenta la leyenda, nunca lo he podido confirmar, que dicho film versa sobre varias estadísticas referentes al suicidio y sus distintos métodos.

El suicidio. Tengo tres conocidos suicidas y ninguno se tiró por la ventana. No mencionaré más sobre ellos.

Pero puedo pensar en grandes suicidas: están Pavese, Dickinson, Plath, Woolf, Hemingway, Mishima. Borges hablaba de la gran condición que tiene la ceguera en el mundo de las letras, pero me parece igualmente fundamental hablar de estas muertes.

Walter Benjamin se suicidó, como si aquel mundo que describió tan sutil y sofisticadamente lo sobrepasara; Fassbinder, que como cineasta creó literaturas de antología. Sándor Márai, tan popular hoy en día, tan fraternal y hermoso en sus escritos.

No se siente mucho la búsqueda de la leyenda. No hay grandes mártires suicidas en la literatura, como los hay, por ejemplo, en el rock: Ian Curtis o Kurt Cobain convirtieron sus muertes en grandes vehículos para la construcción de sus heroismos.

Pavese, en cambio, dejó un último registro poético tan macabro como sencillo: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos".

Nos sucederá a todos, suicidas o no.