A ver, pensemos en formas chidas de festejar el mentadísimo
Bicentenario. Utilizar la lana del fideicomiso de ese festejo para llevar luz y
agua a comunidades pobres. Encontrar soluciones creativas y novedosas para
sacar a los millones de indígenas de la miseria. OK: hacer un par de
festivales, o películas, o libros, que ayuden a definir la identidad nacional.
Atraer buen turismo. Dar chance a que nuevos creadores puedan dedicarse a su
obra. Muy bien, buenas ideas todas. Pero no, mejor ya sé: hagamos un partido
amistoso entre la selección mexicana de futbol y la selección española. Claro.
¿Qué más folclor idiota que el futbol? (Léase: pan y circo)

Foto: boceto del próximo escudo nacional.

Pues sí: para festejar nuestros 200 años de quesque
independencia, las federaciones de futbol de ambos países pactaron un partidito
para después del mundial. Oye, muy bien. Después de todo, es una buena
oportunidad para sacarnos de una buena vez por todas el rencor histórico, ¿no?
Pondremos a nuestro Tri, a cargo de un mexicano que se muere por irse a España,
un equipo que está entre los primeros 20 del mundo, cuyos jugadores creen que
la panacea del soccer está en Europa, a competir contra la que por el momento
es la mejor selección del mundo según la FIFA. No tenemos oportunidad de
perder, ni nos vamos a acordar de la situación histórica en la que los aztecas
perdieron la guerra: eran un ejército prácticamente bajo las órdenes de la
Malinche (mexicana al servicio de los españoles), que estaba bien pero no tenía
pólvora, ni leche, ni caballos, ni defensas contra la viruela, y que creía que
Quetzalcóatl era un hombre blanco. Totalmente diferente que ahora, ¿no?

Pero esta vez tenemos a JuanGa. Y que viva Juárez.