Se llama Luis Quiroz, pero en los lugares en los que trabaja lo conocen como Éxodo. Tiene 34 años y desde los 22 se dedica a bailar ante hombres y mujeres que solicitan sus servicios como stripper. Desde los 8 años le gustó cultivar su físico y entrenó karate y capoeira. En su adolescencia jugó futbol americano y después se dedicó a darle duro al gimnasio. Siempre se visualizó con un cuerpo bien trabajado, aunque dedicarse al baile fue un asunto meramente circunstancial.

“En una ocasión vi un anuncio en el periódico en el que se solicitaban meseros con muy buena presentación. En aquel momento yo trabajaba de cocinero, llegué a ser chef de El Portón, de California y de Vips. En ese entonces ya tenía un hijo y venía un segundo en camino, por lo que me urgía empezar a ganar más dinero. Cuando llegué al lugar resulta que en vez de meseros lo que querían eran gogo dancers, pero como pagaban bien pues me aventé”.

Es heterosexual, pero la mayor parte de la chamba la hace en lugares gay, sobre todo de Garibaldi y Zona Rosa. Sobre si su chamba le ha traído problemas personales con sus parejas o su familia, lo niega. Ha vivido separaciones sentimentales por otros motivos (actualmente es soltero), pero su trabajo como stripper nunca ha sido un tema espinoso o que tenga que ocultar. Por el contrario, es un trabajo que le ha dado lo suficiente para mantener a sus hijos.

“En algún momento tuve que dejar los restaurantes, porque ganaba mucho mejor bailando que en la cocina. Además llegaba todo cansado y no había manera de sostener ambas cosas. Tuve que elegir y me quedé con la vida de noche”.

De Luis a ‘Mamachoncha’

Cuando empezó a bailar como gogo también se dedicó un tiempo a vender ropa sexy, de esas que usan las chicas para los tables. Un día vio que el bluetooth de una de sus amigas se llamaba ‘Éxodo’ y ella le explicó el significado de la palabra. Desde entonces lo adoptó como nombre de batalla.

Además de Éxodo, tiene un curioso apodo que le pusieron sus cuates del gremio: “me bautizaron como ‘Mamachoncha’, porque después de 12 años de bailar y de tener tanto contacto en antros y bares, ahora yo soy el que ve por ellos y les consigue chamba. Como si fuera su madrota, pero en buena onda. Yo veo que les paguen bien, que donde bailen haya un buen espacio, que haya lugares adecuados donde podamos cambiarnos. Además me interesa la parte de la seguridad, porque a veces mientras estamos trabajando nos avientan hielos, limones o corcholatas”.

Esos son sólo algunos de los inconvenientes del oficio de mostrar piel. “Además de que nos agreden, también pasa mucho que nos cancelan. A veces en los bares te dicen que ya no, que gracias, porque no hay gente o porque va a haber operativo, o porque llegaste tarde. Yo ahí abogo por mis compañeros y les explicamos que en el Distrito nos tenemos que andar moviendo en chinga, a veces entre lugares distantes. Siempre andamos con el tiempo encima”.

¿Cuánto gana un stripper?

Hablando de dinero, dependiendo del sapo es la pedrada. “Así como hay antros grandes que te pagan hasta 1000 o 1,500 por un show, hay otros donde nos pagan 200 pesos. No hay manera de saber cuánto vamos a sacar, por eso tratamos de hacer varios shows en una noche y como dice la canción: nuestra chamba no tiene horario ni fecha en el calendario. Lo mismo nos pueden llamar a las 2 o 3 de la mañana o 2 o 3 de la tarde y nosotros vamos. Lo importante es trabajar”.

También hacen eventos privados, a veces los solicitan para trabajos u oficinas y hasta escuelas. “Por los eventos privados cobro 1,500 por un show de 45 minutos a una hora. Dependiendo del ambiente del lugar, vemos si hay desnudo total o no, en algunos lugares nos dejamos algo, no como en los bares, donde sí enseñamos todo. A mí me gusta mucho bailarle a la gente, hacer juegos con ellos, causarles risa, darles también un momento cachondo”.

Además del show de baile “básico”, también hay otras opciones para los que se quedan con ganas de más. “Si quieren algo adicional se les indica que eso tiene un costo extra. Un privado lo vendo en 200 pesos, que tiene una duración de una canción. Se le hace una baile más cercano a la persona, para que pueda tener más contacto físicamente, que lo disfrute”. Si todavía quieren más y se les antoja un rato de sexo, Éxodo no tiene prejuicios. Por 1,800 pesos te ofrecerá una hora de placer sin importar si eres hombre o mujer. Él sabe que chamba es chamba.

¿Hay futuro en la vida de un stripper?

Cuando le pregunto si tiene algún proyecto a largo plazo, pues todo por servir se acaba, me revela sus plantes.

“Mira, yo creo que el físico como tal no se acaba mientras te cuides, pero yo no pienso dedicarme por siempre a bailar. Tengo un certificado como entrenador personal y otro como profesor de box-thai, además de mis conocimientos como chef. Sé que van a venir otros más jóvenes que yo, a lo mejor que bailen mejor y con más energía, por eso tengo ya alternativas”.

Sabe que bailarle a hombres es parte de su trabajo y no le molesta. Al contrario, se ha dado cuenta de que son los que más lo buscan por su aspecto de “chacal”. Incluso apareció como el mes de noviembre en el calendario del Marrakech, un antro del Centro Histórico.

Para él, lo más satisfactorio de ser stripper es haberle dado educación y sustento a sus hijos. “Mucha gente cree que somos gente ignorante, pero la mayor parte de nosotros tenemos estudios, somos casados, tenemos un patrimonio. Es un oficio difícil porque es fácil caer en las drogas y el alcohol. Pero también es padre porque gracias a eso he viajado y he conocido muchos lugares”.

Si se te antoja un bailecito, siempre puedes agregar a Éxodo a Facebook, donde lo puedes encontrar como Luis Quiroz Hernández. O échale un fonazo al (55) 4898 9066, porque uno nunca sabe cuándo va a necesitar de los servicios de unos movimientos cachondos para liberar el estrés.

¿Han contratado a un stripper alguna vez?

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