Texto: Alejandro Flores Foto: Alfredo Pelcastre/ Carlos Aranda / Notimex

En la la puerta de La Academia, en el Ajusco, un guardia permite el acceso. Luego de avanzar por un túnel oscuro aparece un gran vidrio polarizado desde el que se ve el interior del set. Los 12 alumnos sobreviventes de la 7ª generación del reality más popular de México no nos oyen ni saben qué ocurre afuera, pero desde aquí, como detenido ante una pecera, uno atestigua ese hábitat íntimo.
Lolita Cortés, directora del programa de TV Azteca, observa que Sebastián Martingaste, guapo concursante argentino, se queda sin pareja en sus ejercicios de relajación. De ligero traje olivo, Lolita se acerca al joven alto, de pelo castaño cuidadosamente despeinado, músculos sólidos y ojos juguetones, 13 años menor que ella. Cruzan unas palabras y todo está acordado: mientras ella cierra los ojos, él le soba los hombros y la espalda con modos suaves; le frota la cabeza, masajea sus brazos. Lolita disfruta en silencio el tacto de ese chico de cara adolescente.
Ahora, Sebastián se sienta en una silla y baja sus pants. Otra vez se dicen algo breve. Lolita se arrodilla frente a él. Toma algunas vendas y, poco a poco, sin apuro, las enrolla en las piernas extendidas y desnudas del concursante. Se dedican miradas. Él se ríe. Ella, la reina de los musicales en México, contesta el juego.