Un fantasma recorre las oficinas de la Ciudad de México; un ente que, por lo general, utiliza trajes de casimir, lentes de aluminio y cuelga en su cuello el gafete que lo distingue del resto de los mortales: el fantasma godínez.

Todos sabemos de la existencia de estas hermosas criaturas obsesionadas por el orden de los documentos, la hora de la comida y la quincena. Los vemos usando el Metrobús, como si fuera su transporte natural y, aproximadamente a las 2 de la tarde, se reúnen en manadas para, juntos, disfrutar de sus alimentos.

Los godínez están en todos lados, sin embargo, pocos admiten pertenecer a esta tribu urbana. Al parecer son los nuevos hipsters. Aunque es imposible escapar al estigma de los cubículos, pero ése es otro tema.

En fin, sabemos que ellos –los godínez– son los amos de las oficinas, los maestros de los archiveros, los señores del traje sastre. Pero, ¿qué pasaría si decidieran aflojarse la corbata, tirar su gafete y conquistar el mundo?, ¿Cómo sería la vida bajo la dictaduragodínez?

¡Ay, la humanidad!

El olor de la clase media

Bajo la dictadura godín, no habría carencias. Todos tendríamos nuestro cubículo de vida -hogar-, perfectamente asignado. Por supuesto después de haber llenado 5 formas selladas por los respectivos responsables y haber esperado 15 días hábiles para el papeleo.

Quizá la única carencia real sería en cuanto a moda. Tendríamos que vestir el uniforme oficial: zapato negro, pantalón gris aperlado con raya en medio y un poco más suelto de lo necesario. Cinturón genérico del mismo tono que las zapatillas. Camisa blanca, abotonada hasta arriba, corbata roja y saco de casimir para enmarcar el look perfecto.

Además, no podrán faltar los accesorios: calcetines blancos, dispositivo ajustable para usar el móvil colgado del cinturón y un pin decorativo en el saco.

Trámites y más trámites

Si de por sí, vivir bajo el régimen de hacienda y sus fastidiosos trámites, ya es suficientemente pesado, bajo el régimen de los trajes sastres, la vida sería un completo pilar de documentos. Todos estaríamos organizados según nuestras capacidades, en alguna carpeta, de algún archivero empolvado.

El amor se reduciría a memos personales, chocolates en el lugar de trabajo y una cita amorosa –previamente agendada- en la sala de juntas –guiño- acordada por ambas partes. Aunque, bueno, el amor en realidad, no es más que un trámite burócrata donde entregas todo (tus documentos) y al final, te quedas con nada.

Santo aguinaldo

El Santo Grial de los galanes de pasillo es el amado aguinaldo. Esa jugosa suma de dinero que, amablemente, llega a nuestras cuentas en fechas decembrinas. Sería leitmotiv de la existencia. La razón por la que todos gozaríamos de la vida, además de las quincenas, por supuesto.

Después de todo,es el día que hace que los godínez suelten esos cinco pesitos extra para el postre de su fonda. Porque lo merecen.

Diversión. O algo así

Ahora, en cuanto a diversión y esparcimiento se refiere, la dictadura sería un tanto aburrida. Llegarían pasteles al lugar del cumpleañero, un mail y, con suerte, post-its de sus godínez queridos. El highlight de la diversión ocurriría a la hora de la comida. Y el afortunado podría salir temprano del trabajo o incluso faltar ese día.

Ahora bien, repasando estos puntos, me doy cuenta de que ya vivimos bajo la dictadura godínez. No somos más que archivos adjuntos en un mail. ¡No somos más que escritorios vacíos!