Dicen que ser el más chico de la familia implica una suerte negra y bárbara, un tremendo sino que ha de perseguirte a donde quiera que te encuentres. No le hace que seas un ilustre profesional, un empleado modelo, un estudiante ejemplar… para tus hermanos siempre serás el enano con el que se pueden pasar de lanza.

Y es que hay que decirlo con todas sus letras: eso de que seas el más tierno retoño del árbol genealógico está del cocol. El hermano mayor siempre será el consentido de los papás, aunque éstos lo nieguen; al de en medio (también llamado sándwich) no lo pelan pero tampoco le cargan la mano tanto como a ti, que llegaste de pilón cuando ya nadie te esperaba.

Tomando en cuenta lo anterior, hemos hecho un catálogo de desventajas con las que debes lidiar a lo largo de tu vida, si acaso eres el menor de la camada que tus progenitores, en sus infinitas ganas de poblar el mundo, concibieron. Empezamos:

1Nunca tienes nada nuevo

Heredas la ropa de tu hermano mayor, pero no sólo eso, también los juguetes, los útiles, los muebles… es más, incluso se sabe de casos en que también las novias, jaja (¿será?).

2Eres el mandadero oficial de la familia

Nadie te lo dijo nunca; no firmaste jamás algún papel donde se te asignara semejante honor, pero así es: tus padres, tus hermanotas, la abuela, el tío que llega de visita… todos sin excepción te mandan sin pudor alguno a todas partes (como si fueras su gato).

3Te echan la culpa de todo

Que si se rompió la horrible lámpara de la sala, que si alguien derramó la leche en el sillón, que si no sé quién olvidó las llaves de la casa adentro… “¡Fue el chiquito!”, afirman tus hermanos; “ah, travieso chamaco”, dicen tus papás.

4En los juegos con tus demás fraternos, siempre eres “de chocolate”

Según la lógica pura y dura de los carnales, como eres el más imberbe, no agarras bien la onda y no mereces divertirte. Si se trata de una cascarita, no corres al parejo que ellos; si es de andar en bici, tu triciclo no es digno de participar en el borlote (por supuesto, tú tampoco).

5Te dejan el cuarto de la casa que nadie quiere

Sí, por razones cronológicas obvias, cuando llegaste a la vida ya estaban apañadas todas las recámaras de la casa: la más grande para tus papás; la más bella para tu hermana; la más luminosa para tu hermano, la más tranquila y sin ruido para tu abuelita, la más cálida (¡uy, cuántas alcobas!) pa’l perro… ¡Ni modo, mano! Quién te manda a nacer al último.

6Es tu obligación cuidar a las mascotas.

Los perros, los gatos, los peces, las tortugas y canarios de la casa son tu responsabilidad. Si se trata de acariciarlas, ahí sí todos se apuntan: son las mascotas de la familia, pero cuando es el caso de alimentarlas, pasearlas o limpiar sus heces, son tus mascotas, tuyas y de nadie más.

7Tus carnales te agarran de bajada

Eres su burla, el que recibe los “sapes”, al que le dejan el quehacer, el que más apodos tiene, al que le quitan los dulces… Si tienes una novia chula, ¡aguas!, porque tu consanguíneo el más crecido en una de ésas te la baja.

8Siempre te están comparando con tu hermano mayor

“A tu edad, él ya estaba en el cuadro de honor”, “pero si deberías aprender a tu hermano, él sí ordena su cuarto”, “¿por qué no puedes hacer las cosas bien como él?”, “¿vas a estudiar Comunicación, Diseño, Letras? Mejor deberías estudiar Derecho, como tu hermano”.

Así las cosas, hemos llegado al fin de este inventario, lleno de injusticias fraternas y paternas en contra de ese inocente y frágil ser, llamado hermano menor. Los pequeños se quejan; los grandes también; los intermedios, ni se diga. De modo que tú, chilango, tienes la última palabra, así que desmiéntenos o danos la razón: ¿ser el más chiquito es, en efecto, una desgracia?