Tres días después de la llamada que hice a Reina, un hombre comenzó a llamar a mi celular –que aún no sé cómo consiguió – para decirme que «ningún periodista iba a escribir sobre su jefa». Las siguientes llamadas fueron desde números privados, en las que la persona del otro lado del teléfono no hablaba.

Después de un par de semanas, finalmente cesaron. Decidí marcarle de nuevo a Reina; contestó enojada:

—Ya me dijeron que no me ha mandado nada. Así no se hacen las cosas, no le voy a hablar y si alguna de estas pinches viejas le contó algo, sepa que no es verdad.
—En Los Pinos dicen que usted nunca ha trabajado ahí…
—¿Con quien habló? Si no me dice su nombre, pendeja, lo voy a investigar y voy a saber quién fue…
—Una entrevista es la oportunidad para que usted dé su versión…
—Yo no voy a hablar. Hay gente de mucho dinero y de muy alto nivel que la va a buscar. Gente de mucho dinero y de buenas familias me han tratado de afectar y yo no hablo con ellas ni con usted.
—Le agradezco su explicación, pero…
—Si no me manda lo que le pedí…
—No se lo voy a enviar, eso no lo piden ni en Los Pinos para una entrevista, pero puedo verla con todo gusto…
Entonces te van a buscar, hija de la chingada, y te van a encontrar, a mí nadie me pone en duda, no voy a hablar contigo.

Colgó el teléfono y no pude volver a contactarla. Cambió su número celular. Según sus víctimas, Reina continúa operando desde su casa de la colonia Irrigación y aún se ostenta como parte del equipo de Los Pinos.

De Carla y al menos seis amigas –que contactamos– Reina obtuvo poco más de cinco millones de pesos en menos de un año. Mientras estas mujeres ya no viven en México, vendieron sus casas o cambiaron de apariencia, ella continúa operando. Reina sigue haciéndole honor a su nombre en cuanto a estafar se refiere. Hasta ahora no hay autoridad que haya enfrentado el castillo de naipes en el que basa su reinado.