Presuroso, el CMLL dejó correr una historia de congoja: de niño, decía la leyenda, agobiado por la pobreza, Místico dejó a su familia en el DF para refugiarse por su propio pie en la casa hogar Cachorros de Fray Tormenta, una AC que el cura fundó en 1970 en Emiliano Zapata, Hidalgo. «Esa historia es una novela bien llevada», asegura el cronista Arturo Rivera.

—No tengo a nadie —le habría dicho el niño al cura el día que tocó a su puerta.

Pero a Fray Tormenta —al que entrevisto en la Iglesia de la Santísima Trinidad, en Texcoco— le cuesta recordar a aquel muchacho.

—¿Cuándo llegó Místico a su casa hogar? —pregunto.

—Dios mío, no sé. Hace como diez años o menos, no recuerdo bien.

—¿Cuánto tiempo estuvo con usted?

—Cinco o seis años.

De ser cierto, Místico habría dejado la casa hogar hacia los 20 años. Para entonces, el muchacho —bajo otra identidad— ya era luchador profesional.

—Dicen que nunca estuvo con usted.

—Bueno, eso se comenta. ¿Pero a ellos les consta, o qué, o cómo?

—¿Es cierto que él vivió con usted?

—…

—¿Padre?