… -tan legendaria como prescindible- nos receta una madriza en el único campo en el que arrasábamos: publica un número especial con los 22 escritores jóvenes mejor dotados del castellano en la que sólo hay un mexicano.
Que haya un nacional entre los vencedores de algo nos puede parecer más bien un éxito, pero que de los 22 ocho sean argentinos y siete españoles nos dejó con los ojos pelones hasta a los más ecuánimes, porteñófilos e hispanogenéticos. Si los dioses fueran griegos, habrían sido un poco menos sanguinarios.

Si los dioses fueran griegos, habrían sido un poco menos sanguinarios.

¿Qué pasó con la elegante solidaridad que hizo que los jueces del Festival Oti de 85 premiaran como la mejor canción de todo el universo a la inefable «Hay fandango aquí» porque México estaba en ruinas? ¿No basta con que Lula se haya quedado con todo lo que nos prometieron? ¿No ven que estamos tratando de recoger nuestros dientes con los dedos rotos? Al parecer la proliferación de decapitados, el hecho de que los gringos no tengan ánimo para mudarse -nuestra economía depende de que hagan casas- y que 119 millones 999 mil 999 mexicanos no seamos culpables de que el Guille Franco haya elegido a este pobre país para nacionalizarse no produce la magnanimidad de antaño en nuestros observadores.

Para colmo la lista estaba hecha a nuestra medida: aunque en México en general se considera que cualquier escritor menor que Juan Villoro es joven -incluyendo a Juan Villoro- el FONCA ha tazado a las generaciones con una precisión que hoy podemos llamar grantiana: los menores de 35 son novísimos y los mayores «miembros del sistema» -la expresión es literal, no irónica.

Estadísticamente, el fracaso es bestial: si uno de cada cuatro hispanoparlantes es mexicano, debimos haber tenido 5.5 escritores en la lista -el .5 un chaparrito de Tamazula. Y lo mejor: los argentinos y españoles habrían tenido 2.25 escritores menos; un enano de Cuenca y otro de Jujuy al vestidor.