Un poquito de historia.

Corría el año de 1978 y diversos activistas mexicanos se unían para formar el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria. No eran machos. No eran muchos. Eran un puñado de hombres y mujeres homosexuales con el hartazgo en la boca. La palabra gay ya se escuchaba, pero no estaba de moda.

El objetivo de estos activistas era claro: había que hacer frente a las agresiones de las que la población homosexual era víctima.El “pinches putos” en la calle era el menor de los problemas, era el pan de cada día y el precio que había que pagar por el amor entre dos iguales.

Este hostigamiento calaba por partida doble. Por un lado, la sociedad machista mexicana, heredera de los peores prejuicios religiosos y por el otro lado, el aparato de justicia que lejos de protegerlos como ciudadanos, continuamente los agredía cobijados bajo el manto oscuro de una ley ambigua. Era más fácil decir en casa que eras delincuente que aceptar con la mirada baja que eras “maricón”.

En el año de 1979 se conformarían otros grupos como Lambda y Oikiabeth quienes unidos al FAHR, formaron la Coordinadora de Grupos Homosexuales. Ese puñado de revoltosos decidieron salir a las calles y unirse al movimiento por la conmemoración de la matanza del 68. Lo hicieron en tacones, en jeans, con plumas y sin ellas. Lo único que tenían en común ese contingente de “locas” era su firme intención de defender su dignidad.

¿A qué viene toda esta remembranza histórica? Porque es necesario conocer la génesis de un movimiento para entender en lo que se ha convertido y sobre todo para contestar a un grupo de personas que a últimas fechas ha recrudecido sus ataques contra la libertad de ser y de expresarse.

De nuestros Senadores y otros demonios

Hace pocos días, surgía a la luz una noticia aterradora que más bien parecía una nota de El Deforma: el Senado instituiría la Comisión de La Familia y Desarrollo Humano. En teoría el asunto no suena mal. En un mundo ideal y funcional, la familia es una célula importante de organización y soporte social que vale la pena ser fomentada desde el Estado.

El gran problema es la concepción que los dirigentes de esta comisión tienen sobre la familia. “Hoy no se tiene un concepto de familia jurídicamente.Los legisladores se han pronunciado por uno, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha metido por demás su criterio y, algunos estados (sic), como el Distrito Federal, han ido más allá –con la legalización de matrimonios entre parejas del mismo sexo–, incluso a través de modas y tendencias”. Tales son las palabras del senador panista, José María Martínez. Para él ser homosexual es cuestión de moda, como los cortes de cabello o los colores de la temporada. Órale, pues…

Habría que empezar por precisar qué es una familia, porque, según parece, en el universo mental de estas personas la familia sólo puede estar conformada por un padre, una madre, un par de hijos (si son güeritos, mejor), casa amplia con jardín y perro. Pero la realidad no es así. En un país donde la pobreza golpea al 45% de la población (53.3 millones según datos del Coneval) esos modelos de familia son obsoletos. En los hogares las abuelas son las nuevas madres. Hay padres y madres solteros que tienen que dejar a los hijos en guarderías en el mejor de los casos, cuando no, los dejan solos frente a la TV. Hay familias homoparentales que aún sin ser reconocidas por la ley hacen una labor magnífica de crianza y educación. En México existen familias, no La Familia.

Parecían superados los tiempos en que el aparato estatal ordenaba razzias donde se detenía a homosexuales y se les exhibía públicamente en la prensa para beneplácito del morbo popular. El castigo ejemplar era la manera de hacer notar que México, nuestro país de hombres, sombreros y tequila, no estaba dispuesto a tolerar existencia de esos raritos que ponían en entredicho la figura del macho. “Lo bueno es que estas cosas no pasan, ya estamos en 2014”, pensábamos antes de que La Comisión de la Familia nos echara la cubetada de agua fría.

Homosexuales versus homosexuales: la homofobia desde adentro

Pero si nos cuesta trabajo concebir que en pleno 2014 el estado laico sea olímpicamente ignorado y se permita que las mentalidades más retrógradas sigan dictando leyes, es todavía más inconcebible que al interior de la misma comunidad (?) gay pensamientos similares estén germinando de manera alarmante.

Jotos contra jotos. Maricones contra maricones. Hace un par de semanas, el grupo de Facebook “Soy Gay Varonil” lanzaba una campaña para acabar con las marchas homosexuales. Pusieron a circular en las redes sociales una imagen que textualmente decía:

“28 de Junio, Día Internacional del Orgullo Gay (orgullo gay tachado). Hay otras formas de pedir ser aceptados. Este 28 de junio terminemos el exhibicionismo. No más marchas”.

[Da clic aquí para leer la crónica de la Marcha del Orgullo Gay 2013]

Y las reacciones no se hicieron esperar. De inmediato los seguidores de la página, que tiene casi 10,000 suscriptores, se lanzaron, casi todos, a defender lo dicho en la imagen. “Ya estamos cansados de que esas personas nos pongan en ridículo, yo no soy como ellos”, “la marcha ni debería llamarse marcha, es más bien un circo y un carnaval” “¿qué ganan con marchar encuerados o con pelucas? Lo único que hacen es que crean que todos los demás somos así”.

Otras voces también se escucharon y se cuestionó fuertemente al grupo por promover la homofobia al interior de la comunidad. Y con toda la razón. ¿Por qué ser varonil te pone en un plano más alto que al resto de los homosexuales? No hay que pensar mucho para darse cuenta de que ese pensamiento es misoginia pura: la mujer es un ser inferior, por lo tanto el hombre que pierde su masculinidad, el que se parece a una mujer o aspira a ser una, se vuelve inferior también.

Hace más de 30 años, cuando un puñado de activistas tomaron las calles, probablemente nunca imaginaron que unas décadas después serían los mismos gays los que se autocensurarían al interior de la comunidad. Mientras en algunos países la homosexualidad es un delito que se castiga con la muerte, en el DF donde tenemos posibilidad de casarnos y adoptar, surgen las voces conservadoras de homosexuales que creen que ponerse pelucas, tacones o salir en tanga a la calle te hace un ciudadano menos respetable.

“El derecho se gana y con esos circos, nadie nos va a respetar como homosexuales”, dicen ellos. Error, el respeto no se gana. Nadie tiene por qué ser sometido a demostraciones de masculinidad, no hay por que probar que somos unos dignos machos alfa. El respeto es un derecho inalienable con el que se nace. Me pregunto si esos mismos homosexuales que hoy creen que las pelucas o pestañas postizas te hacen menos digno de respeto, saben que en 1978, esos seres que hoy repudian fueron los primeros en marchar por sus derechos y que gracias a ellos hoy pueden pasearse en los malls de moda sin ser agredidos.

Ahora bien, la marcha sí tiene algunos puntos que vale la pena ser criticados, como el consumo de alcohol en la vía pública, que es a todas luces un acto ilegal. No se pueden demandar leyes más justas e inclusivas para todos mientras al mismo tiempo se violenta el marco jurídico. O le entras al juego o te sales completamente del huacal, pero ambos no se puede. Lo mismo pasa con la basura. No puedes exigir una mejor ciudad para vivir mientras dejas las calles hechas un marranero.

¿Que la marcha se ha convertido en un carnaval? Sí. Y qué bueno. Significa que hay muchas cosas por las cuales celebrar. Ya podemos juntar nuestros puntitos del Infonavit y podemos llevar al esposo al IMSS si se nos pone malo. Claro que es una batalla ganada y vale la pena salir a celebrar, ya sea vestidos como lo hacemos en el día a día, o en tanga y pezonera. Si cada que gana la selección el Ángel se atasca de futboleros, ¿no es válido hacer un carnaval una vez al año celebrando la conquista de derechos humanos fundamentales?

Por lo demás la marcha también es un momento de protesta. El hecho de que las cámaras se vayan sobre las imágenes de torsos desnudos y de nalgas no significa que el activismo se haya esfumado. Cada año decenas de organizaciones civiles y grupos universitarios encabezan la marcha con la fuerza activista de antaño.

Chilango: si eres de los que creen que la marcha es un circo sin propósito, te invitamos a que veas esa otra cara, la de los que todavía protestan por aquellas cosas en las que creen. Experimenta en carne propia esta fiesta bicéfala, por un lado los activistas que se rompen la cara cada día por leyes más justas, por el otro, la celebración de los derechos conquistados. Piérdele la fobia a la pestaña y al tacón.

Ojalá un día las marchas de protesta ya no existan, pero no porque sean un circo exhibicionista como plantea la página “Soy gay varonil”. Ojalá un día no existan porque no sean necesarias, porque la orientación sexual sea un tema desprovisto de drama y que la traumática salida del clóset no sea más que un recuerdo diluido en el pasado.

¿Has visto o asistido a alguna marcha? ¿Cuál es tu impresión de ellas? La sección de comentarios te espera.